Como parte de la ratificación o no de las Federaciones y comisiones nacionales de deportes en Cuba, fue confirmada la directiva de la Federación Cubana de Béisbol, con Juan Reynaldo Pérez nuevamente al frente, lo que ha provocado un profundo malestar entre la afición.
Para muchos, este hecho no es solo decepcionante, sino una verdadera afrenta al pueblo amante del pasatiempo nacional. No sorprende, pero sí indigna: en lugar de un cambio necesario, se premia al fracaso, a la ineptitud, al conformismo como continuidad.
La imagen que acompaña el anuncio parece sacada de un grupo victorioso, cuando en realidad representa años de fracasos acumulados, errores sin fin y decisiones divorciadas del clamor popular. La realidad de nuestra pelota, tanto en el ámbito nacional como internacional, es una historia que se repite en forma de derrota, desorganización, falta de visión y un desapego alarmante hacia los atletas y la afición.
No se trata de errores recientes. El deterioro del béisbol cubano viene desde hace años, una decadencia que ha sido permitida, e incluso protegida, por el INDER y su cúpula, responsables directos de esta debacle.
Ratificar a una dirigencia que ha demostrado no tener respuestas, ni soluciones, ni éxito alguno, es un acto de complicidad y desprecio hacia la historia y el valor simbólico de este deporte en la vida nacional.
El pueblo no olvida. El pueblo recuerda las malas decisiones: como jugar la Serie Nacional en plena temporada de lluvias, ignorando el reclamo de volver al calendario invernal tradicional; como la creación de una Liga Élite que de “élite” sólo conserva el nombre, con estadios vacíos, partidos sin brillo y la ausencia de los mejores talentos. Se suman además años sin torneos sub-23 bien estructurados, lo cual ha provocado deserciones de jóvenes promesas y el debilitamiento de nuestras bases.
Es grotesco ver cómo los que no se ensucian bajo el sol, los que viven en aviones mientras los atletas luchan en el terreno, siguen disfrutando de privilegios y premios. Mientras tanto, leyendas como Alfonso Urquiola y José Manuel Cortina son silenciadas o marginadas por atreverse a decir verdades que muchos comparten pero pocos se atreven a declarar, señala muy acertadamente, Jacinto Carcedo Pérez.
Sin embargo, entre tanto gris también hay luz. Ejemplo de ello es Margarita Mayeta, quien ha liderado con pasión y entrega el desarrollo del béisbol femenino en Cuba. Bajo su guía, el deporte ha ganado respeto y visibilidad, aún sin contar con los recursos ni el apoyo institucional necesarios.
Su trabajo demuestra que sí es posible gestionar con seriedad, ética y resultados.
El problema no es el béisbol cubano. Es la dirección que lo encamina. Y mientras la cúpula permanezca inmóvil, aferrada a cargos que no honran, seguirán alejándose los triunfos y la esperanza.
El pueblo, sabio y paciente, sigue esperando algo más que discursos: espera acción, renovación y, sobre todo, respeto.
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