Santiago de Cuba aún no se levanta del golpe brutal que dejó el huracán Melissa. Casas derrumbadas, techos arrancados, calles intransitables y familias que duermen a la intemperie bajo el agua y los mosquitos. En medio de ese escenario desolador, el Gobierno cubano vuelve a recurrir a lo único que domina: la propaganda y los decretos.
El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada denunció que el régimen intenta maquillar el abandono con medidas vacías que solo existen en el papel. Las autoridades han anunciado que financiarán “el 50%” de los materiales para la reconstrucción, pero los damnificados saben que eso no significa nada en un país donde no hay cemento, ni tejas, ni dinero circulante.
“¿Con qué paga el otro 50% el que lo perdió todo?”, pregunta Mayeta en su publicación. Los bancos, sin liquidez, ofrecen créditos inservibles y los subsidios prometidos se desvían hacia los cercanos al poder, no a los más pobres. Mientras tanto, las familias afectadas siguen dependiendo de la solidaridad del pueblo y de la diáspora, que intenta enviar ayuda a pesar de las restricciones oficiales.
La tragedia también ha expuesto el rechazo del Gobierno a aceptar ayuda humanitaria internacional inmediata, incluyendo aviones listos para aterrizar desde Estados Unidos con alimentos y medicinas. “El régimen prefiere ver sufrir al pueblo antes que admitir su colapso”, denuncia el periodista.
Santiago de Cuba, "cuna de la Revolución", es hoy símbolo de un país donde la burocracia sustituye la compasión y los discursos reemplazan las soluciones. En vez de brigadas de reconstrucción, los cubanos reciben resoluciones, papeles sellados y promesas de subsidios que nunca llegan.
“La miseria no se arregla con Gacetas”, concluye Mayeta. “Se arregla con voluntad, y esa no aparece en ningún documento firmado en el Palacio de la Revolución”.
Su denuncia, replicada por cientos de usuarios, refleja la indignación creciente de un pueblo cansado de sobrevivir entre la ruina y el silencio oficial. Melissa no solo arrasó viviendas: también desnudó la falta de respuestas de un sistema que vive de la propaganda mientras su gente sufre hambre, desamparo y desesperanza.