El funeral de Jimmy Carter, el 39º presidente de los Estados Unidos, ofreció un raro y breve momento de unidad nacional en un país profundamente dividido. La ceremonia, celebrada en la majestuosa catedral nacional de Washington, reunió a cinco presidentes estadounidenses, incluidas figuras clave de la política moderna, para rendir homenaje al exmandatario, quien falleció a los 100 años el 29 de diciembre en su estado natal de Georgia.
A tan solo 11 días de la investidura de Donald Trump para su segundo mandato, un momento que se anticipa turbulento para la política estadounidense, el presidente saliente, Joe Biden, y el entrante, Donald Trump, dejaron de lado sus diferencias para despedir juntos a Carter. Junto a ellos, se encontraban los expresidentes Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton, quienes también asistieron a la solemne ceremonia, destacando la relevancia histórica de este evento, que reunió a la clase política en un acto de respeto y reconocimiento hacia el legado de Carter.
Aunque Carter tuvo un mandato único, que concluyó con su derrota ante Ronald Reagan en 1980, su figura y legado fueron transformándose con el paso de los años. Inicialmente visto como ingenuo y débil por algunos sectores políticos, incluido su propio partido, Carter fue reconocido por sus logros en la diplomacia internacional, particularmente la firma del histórico tratado de paz entre Israel y Egipto en 1979, que lo catapultó como un defensor del entendimiento y la reconciliación. En 2002, recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos humanitarios a nivel global, consolidando su estatus como un líder comprometido con la paz y el bienestar de la humanidad.
Además de sus esfuerzos en la diplomacia internacional, Carter es recordado por su política hacia América Latina, que incluyó la denuncia de las dictaduras militares del Cono Sur y la retirada del apoyo al régimen de Anastasio Somoza en Nicaragua. También fue un firme defensor de la soberanía panameña, logrando la transferencia del control del Canal de Panamá a Panamá en 1999, un acto que marcó un hito en la historia de las relaciones internacionales de Estados Unidos.
El cortejo fúnebre de Carter, cubierto con una bandera estadounidense, fue acompañado por una guardia de honor de miembros de las fuerzas armadas en uniforme de gala, quienes trasladaron el ataúd desde el Capitolio de los Estados Unidos, donde se había instalado la capilla ardiente, hasta la catedral nacional para la ceremonia. Durante el servicio, el nieto de Carter, Joshua Carter, intervino para rendir homenaje al "último presidente de la 'Generación más Grande'", destacando los valores y principios que su abuelo representó a lo largo de su vida.
La ceremonia, celebrada en la emblemática catedral neogótica de Washington, fue un recordatorio del profundo respeto que se le brindó a Carter, quien ya había sido despedido en este mismo lugar por expresidentes como Dwight Eisenhower, Ronald Reagan y George H.W. Bush.
Un momento de transición política
El funeral de Carter se celebró en un momento de profunda transición para el país, con el regreso de Donald Trump al Despacho Oval. Aunque el acto fue solemne y cargado de significado, también se vio marcado por momentos de distensión y cordialidad entre figuras políticas que normalmente se encuentran en campos opuestos. Obama, quien siempre fue un crítico de Trump, estrechó su mano y charló brevemente con el magnate republicano, una señal de la importancia del evento que traspasó las barreras partidistas.
Además, el funeral ofreció una inusual interacción pública entre Trump y su exvicepresidente Mike Pence. El breve apretón de manos entre ambos fue significativo, ya que fue la primera vez que se les vio saludándose públicamente desde los disturbios del Capitolio en 2021, cuando Pence se negó a respaldar las falsas afirmaciones de Trump sobre un fraude electoral en las elecciones de 2020.
Este gesto, aunque breve, representó un momento simbólico en la evolución de la relación entre ambos líderes, marcada por la tensión de los últimos años.
El funeral de Carter también coincidió con un día de luto nacional, durante el cual las banderas ondearon a media asta en todo el país. Unas 3,000 personas participaron en el oficio religioso, en el que se rindió homenaje al exmandatario y se celebraron sus logros. Después de la ceremonia, Carter será enterrado en Georgia, junto a su esposa Rosalynn, con quien estuvo casado durante 77 años, en un acto de despedida íntimo y familiar.
Este evento, marcado por el respeto y la reverencia hacia un hombre que dedicó su vida a la paz y la justicia, no solo recordó el legado de Jimmy Carter, sino que ofreció un raro respiro en medio de la polarización política estadounidense, con un momento fugaz de unidad en un país que se enfrenta a nuevos retos y cambios en su liderazgo.
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