"Es lamentable que este y otros lugares significativos de nuestro municipio se deterioren de esa forma, sobretodo, teniendo en cuenta la necesidad de opciones recreativas para nuestro pueblo", dijo esta semana un cubano de Jagüey Grande por la denuncia del abandono del cine Mendía, en ese municipio de Matanzas.
"Muchos recuerdos desde la infancia y juventud de este cine, cuando ponían dos películas cada noche, los matiné los domingos La primera película que llevé a mi hija, al menos tengo vivencias y nostalgias de otros tiempos", dijo una cubana.
"Da pena ver a ese sitio en la situación que está, a más de 20 años del ciclón. Lo recuerdo cuando funcionaba en mi plena juventud que disfrutaba de una película allí, otra en el General Antonio y cerraba en el Anfiteatro" y "lamentable situación. No existe una sala de cine en ningún poblado, municipio y me atrevo a decir que en nuestra capital, que era donde más cines existían, pues están reducidos a ruinas. Muy lamentable", señalaron ante el testimonio de Amalia Cordero que compartimos íntegro a continuación:
"Me quedo en el portal del cine Mendía, que ahora lleva el nombre de un prestigioso líder obrero. Así sucede con calles, edificaciones y los objetos que se adueñan de sus nombres, como nosotros, con el que nos asignaron. Es una resistencia involuntaria que se irá borrando de memorias antiguas al paso del tiempo".
"Bajo mis pies siento el piso por donde han caminado varias generaciones de jagüeyenses, se muestra gastado. Me rodean columnatas. El moho que las cubre preserva las huellas de muchas honradas manos que las rozaron en el acto de subir los dos escalones que lo separan de la acera. Este espacio fue centro y testigo de innumerables momentos de renombre para la ciudad".
"Un grupo de obreros devenidos en guías, protegidos por la penumbra de una función, decidieron las acciones a desencadenar para rescatar sus derechos laborales atrapados en las manos de mayorales y dueños de grandes negocios, y buenas películas rodaron por su pantalla para recrear al pueblo: eso han contado los ancianos".
"Me asomo por rendijas entre los tablones que cubren los huecos donde hubo puertas, escucho notas de la Balada para Adelina. Vislumbro dentro un ajetreo de muchas manos que acomodan flores, las pencas de areca y ubican ramos de gladiolos con que se rendiría homenaje a los más destacados en la misión de enseñar y preservar el futuro".
"Siento en el erizo de mi piel la satisfacción por haber estado junto al dedicado grupo que por muchos cursos nos entregamos en aquella labor. Al influjo de escurridizos rayos de luz brillan lágrimas de emoción en quienes no imaginaron que serían reconocidos y en virtuosos maestros, en el final de su vida profesional. Me llegan las ráfagas del ciclón Michel que el 4 de noviembre 2001 destruyó los cristales de las puertas y derribó el techo".
"Los recuerdos están vivos, pero el edificio languidece tras dos décadas en espera de que, otra vez, lo vistan de largo", concluyó la cubana Amalia Cordero.
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