La profunda crisis económica que atraviesa Irán tuvo este lunes una de sus señales más contundentes: la renuncia del director del Banco Central, Mohammad Reza Farzin, en medio del desplome histórico de la moneda nacional y de una ola de protestas en varias ciudades del país. La rápida devaluación del rial, combinada con una inflación descontrolada, ha incrementado el malestar social y la incertidumbre política.
La televisión estatal iraní confirmó la dimisión de Farzin mientras comerciantes y tenderos se movilizaban en distintos puntos de Teherán, especialmente en zonas cercanas al Gran Bazar, un espacio con fuerte peso simbólico e histórico en la política iraní. Según reportes oficiales y testimonios recogidos por medios internacionales, se registraron concentraciones similares en ciudades como Isfahán, Shiraz y Mashhad. En algunos sectores de la capital, las fuerzas de seguridad recurrieron al uso de gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes.
Los comerciantes cerraron sus negocios como señal de protesta y llamaron a otros a hacer lo mismo, paralizando parcialmente la actividad económica. Aunque algunas tiendas permanecieron abiertas, la imagen de mercados semivacíos reflejó la magnitud del descontento. Ya desde el domingo se habían registrado protestas en mercados móviles del centro de Teherán, con consignas dirigidas contra el Gobierno.
El detonante inmediato fue el colapso del rial, que el domingo llegó a cotizarse en torno a 1,42 millones por dólar, un mínimo histórico. Aunque el lunes mostró una leve recuperación hasta los 1,38 millones, la caída acumulada es dramática. Cuando Farzin asumió el cargo en 2022, la moneda se cambiaba a unos 430.000 riales por dólar, lo que evidencia el deterioro acelerado de la economía.
La depreciación del rial ha disparado los precios de productos básicos, golpeando con fuerza a los hogares iraníes. De acuerdo con cifras oficiales, la inflación interanual alcanzó en diciembre el 42,2 %, con aumentos especialmente severos en alimentos (72 %) y en artículos médicos y de salud (50 %). Para muchos economistas y críticos, estos datos apuntan a un escenario cercano a la hiperinflación.
El nerviosismo se ha visto agravado por informaciones en medios oficiales sobre posibles aumentos de impuestos a partir del nuevo año iraní, que comienza el 21 de marzo, así como por cambios recientes en los precios del combustible. A esto se suma el peso de las sanciones internacionales, reimpuestas y ampliadas en septiembre por Naciones Unidas, que han vuelto a congelar activos iraníes en el exterior y restringido transacciones clave.
El contraste es notable: en 2015, tras la firma del acuerdo nuclear, el rial se cotizaba a unos 32.000 por dólar. La retirada de Estados Unidos del pacto en 2018 y el recrudecimiento de las sanciones marcaron un punto de inflexión. Hoy, además, el temor a una escalada regional —tras recientes tensiones con Israel y la posibilidad de una confrontación más amplia— alimenta la ansiedad en los mercados.
La salida de Farzin no parece, por ahora, una solución de fondo, sino un síntoma más de una crisis estructural que continúa erosionando la estabilidad económica y social de Irán.
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