En el corazón de Río Cauto, provincia de Granma, la corrupción ha echado raíces profundas dentro de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Combinado Industrial Río Cauto Cayama. Lo que debería ser un bastión de la productividad y la ética "revolucionaria" se ha convertido, bajo la dirección de Jorge Pérez Olivera, en un foco de abusos, malversaciones y desfalcos que afectan tanto a la economía local como a la moral de sus trabajadores.
Jorge Pérez Olivera, conocido en la región como "El Padrino de Río Cauto", ha utilizado su posición como Jefe de Producción para enriquecerse ilícitamente a expensas de la UEB y de los trabajadores a su cargo. Mientras estos últimos enfrentan cada vez más exigencias y sacrificios en nombre de la "Revolución", Pérez Olivera lleva una vida de lujo que contrasta escandalosamente con la austeridad predicada por las autoridades.
Este funcionario posee una de las casas más lujosas de Río Cauto, construida durante su mandato como jefe, y ha adquirido un carro valorado en 13,000 USD y una motocicleta cuyo precio asciende a un millón de pesos cubanos. Aunque afirma que su fortuna proviene de la venta de cerdos, es evidente que "los puerquitos no dan para tanto". Sus bienes son fruto de un sistema corrupto y bien establecido, donde las cifras de producción son alteradas y las sobras de cosechas, incluyendo toneladas de arroz y otros subproductos, se venden para beneficio personal.
Pérez Olivera no actúa solo. La corrupción en la UEB es un fenómeno sistemático que involucra a otros miembros clave del consejo de dirección. El director de la entidad y la Jefa de Recursos Humanos son cómplices en estas actividades ilícitas. La reciente reparación del carro del director fue pagada con productos sustraídos de la unidad, una práctica común en esta red de corrupción.
A pesar de sus acciones, Pérez Olivera mantiene una doble moral, presentándose como un devoto comunista en reuniones y actividades políticas de la entidad. Se golpea el pecho proclamando su lealtad a la "Revolución", mientras continúa saqueando los recursos de la UEB para su propio beneficio.
Los trabajadores, que sufren maltrato y humillaciones, se sienten impotentes ante esta situación. Las quejas y denuncias parecen caer en oídos sordos, y se preguntan cuánto tiempo más permitirán las autoridades del país, del municipio y de la provincia que esta situación continúe sin ningún tipo de control o sanción.
(Con información de la página "La Tijera")
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