“No mandes a tu hijo a morir.” Con esa frase directa y estremecedora, el médico y activista cubano Lucio Enrique Nodarse lanzó un nuevo llamado a las familias de la Isla para que se nieguen a enviar a sus hijos al servicio militar obligatorio, una institución que, según denuncia, "no forma, sino que destruye”.
En un mensaje que se ha hecho viral en redes sociales, Nodarse calificó el servicio militar en Cuba como “una condena y no un deber patriótico”. “Cada año mueren jóvenes bajo la bota de los militares, sin guerra, sin sentido, sin justicia.
El único enemigo real del joven cubano está dentro: la dictadura militar del PCC”, afirmó el activista, quien ha documentado casos de muertes en unidades de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el MININT en los últimos años.
El llamado de Nodarse se suma al clamor de familiares que han perdido a sus hijos durante el cumplimiento del servicio.
Uno de los casos más visibles es el de Alfredo González, padre del joven Annier González, fallecido en circunstancias aún no esclarecidas dentro de una unidad militar.
“En lo que va de año han perdido la vida 24 adolescentes que cumplían el servicio militar obligatorio en Cuba, que yo conozca. De ellos tengo fotos. ¿Cuántos más tienen que morir para que se consideren demasiadas víctimas?”, denunció González, quien desde la muerte de su hijo se ha convertido en una de las voces más firmes en la exigencia de justicia y transparencia.
Las causas de las muertes de estos jóvenes —en su mayoría accidentes, negligencias, maltratos o suicidios— rara vez son investigadas o publicadas oficialmente.
Las familias, en muchos casos, reciben presiones para guardar silencio o aceptar versiones oficiales sin pruebas.
Mientras tanto, el Doctor de Nodarse resuena en toda la Isla:
“A las madres cubanas: no entreguen a sus hijos al servicio militar. Muchos ya se negaron, y no pasó nada. Si las madres se plantan, se acaba la esclavitud del uniforme.”
El creciente número de muertes y denuncias revive una vieja herida en Cuba: la de un servicio militar que muchos consideran obsoleto, represivo y ajeno a toda utilidad social, mientras el país entero se pregunta cuántos jóvenes más deben morir para que el silencio oficial se rompa.
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