La podredumbre de La Habana ya no se puede esconder ni con discursos reciclados. Un grupo de vecinos de Centro Habana prendió fuego a un enorme vertedero en la esquina de Concordia y Lealtad, hartos de convivir con la peste y las moscas. El humo fue tan intenso que los bomberos tuvieron que intervenir de emergencia, según mostró CubaNet en redes sociales.

Este episodio refleja la magnitud de la crisis sanitaria en la capital, donde montones de basura se acumulan junto a escuelas y hospitales, generando plagas, olores nauseabundos e incluso incendios que ponen en riesgo la vida de los vecinos.

El régimen es incapaz de garantizar un servicio básico como la recogida de basura. En lugar de asumir la responsabilidad, las autoridades culpan a la población, asegurando que la gente roba o destruye los contenedores.

Incluso voces oficialistas han reconocido el desastre. La periodista Ana Teresa Badía denunció en Facebook que “La Habana huele a basura” y señaló la “indolencia institucional galopante” que ha convertido a la ciudad en “un eterno basurero a la espera de alguien que se conduela”.

Mientras tanto, desde el aparato oficial se intenta minimizar la gravedad. La subdirectora del MINREX para Estados Unidos, Johana Tablada, aseguró que “hay basura, pero no somos el país que más basura tiene en el mundo”. Una declaración que muchos consideran ofensiva para quienes viven a diario entre ratas y mosquitos.

La realidad es que la ciudad se hunde cada vez más en desechos, con microvertederos que se multiplican y fosas desbordadas que amenazan con desatar una crisis sanitaria de grandes proporciones, justo en vísperas de la temporada ciclónica, cuando el riesgo de brotes epidémicos aumenta.

La basura en La Habana no es un problema puntual. Es el retrato de un país gobernado por un régimen incapaz de garantizar lo mínimo, que prefiere justificar su ineptitud con excusas y comparaciones absurdas. Mientras tanto, los habaneros siguen atrapados en una ciudad que se descompone a su alrededor.

Recomendado para ti