Ulises Toirac, figura emblemática del humor en Cuba, emplea su indiscutido talento, en decir grandes verdades cuando muchos temen expresar esas mismas verdades en voz alta.

Su exclusión del Festival Nacional del Humor Aquelarre 2025 no ha hecho más que confirmar lo que ya era evidente: Toirac incomoda al poder porque lo expone, lo parodia y lo ridiculiza con inteligencia. Lo suyo no es el chiste fácil, sino el arte de convertir el absurdo cotidiano en crítica mordaz, disfrazada de risa, pero cargada de verdad.

En una sociedad donde la censura se disfraza de planificación cultural, Toirac es la risa que no pueden domesticar, el espejo que devuelve un reflejo incómodo pero necesario.

A lo largo de los últimos años, ha sido objeto de vetos, cancelaciones inexplicadas y citaciones por parte de la Seguridad del Estado, como si la risa que provoca fuera una amenaza a la estabilidad institucional.

En realidad, lo que el sistema teme no es la carcajada, sino lo que se esconde detrás de ella: una visión lúcida y crítica de la realidad cubana, expresada con valentía y sin concesiones.

Más allá de los escenarios, Toirac ha encontrado en las redes sociales un espacio de resistencia. Allí ha denunciado públicamente los atropellos contra su trabajo, las restricciones impuestas por instituciones culturales y los absurdos que padece la vida cotidiana en la Isla.

No ha dudado en llamar “robo a mano armada” a las tarifas de ETECSA ni en ironizar sobre las constantes interrupciones eléctricas con un humor que, aunque sarcástico, es profundamente revelador. Su estilo recuerda que “el verdadero humorista no es el que hace reír, sino el que hace pensar riendo”.

Su exclusión del Aquelarre 2025 no lo ha silenciado; al contrario, lo ha reforzado como símbolo de una disidencia creativa, elegante y eficaz. Mientras el festival celebra a figuras históricas como Juana Bacallao y promete incluir a los marginados en futuros “Ecos del Aquelarre”, Toirac ya es un eco vivo en la conciencia popular: un artista que ha hecho del humor un acto de resistencia y de la palabra afilada, un refugio contra el silencio impuesto.

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