'Señor, ya no podemos más: el grito ahogado de un pueblo que resiste' Súplica de Sor Nadieska Almeida
Redacción de CubitaNOW ~ jueves 18 de septiembre de 2025

Sor Nadieska Almeida Miguel es una luchadora por los derechos humanos del pueblo cubano. Perteneciente a la congregación Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl no cesa en trasmitir su mensaje de paz y exigencia:
“Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación”. Esta súplica del salmista, compartida por Sor Nadieska, se ha convertido en el eco de un pueblo cansado, herido, que aún clama en medio del silencio impuesto. Décadas de dolor han transformado el alma de la nación. "Una continuidad que no ha sido progreso, sino un lento empobrecimiento de todo lo que alguna vez nos definió: la dignidad, la esperanza, la fe, la posibilidad de soñar.
"La vida se ha reducido a sobrevivir a ras del suelo, a pelear por carbón, a adaptarse con creatividad y resignación. Pero adaptarse no significa conformarse, y por eso esta voz escrita entre lágrimas no es una queja vacía, sino un acto de verdad. Porque gritar duele, pero callar destruye. Es una oración con el alma abierta, donde la impotencia no es debilidad, sino valentía que aún no se resigna".
Mientras se apaga la luz una vez más y el sistema eléctrico colapsa sin solución, la voz de Sor Nadieska une a muchas otras. Es el llanto de los niños, el cansancio de las madres, la preocupación de los padres, el desconcierto de los ancianos, el agobio de los trabajadores, la indignación de los médicos, la desesperanza de los enfermos. Es el grito de quienes han sido forzados a callar, de los que están presos por pensar, de los que tienen prohibido salir de sus casas, de los que ven caer sus techos sin respuesta.
“Gracias por ser nuestra voz”, comentan muchos. “Dios bendiga su valentía”, agradecen otros. Hay quien llora al leer, quien ora con el rosario en la mano, quien pide al gobierno que escuche, que dimita. Porque el pueblo cubano no pide venganza ni violencia, solo pide vida, dignidad y libertad.
Como escribió Martí, “Patria es comunidad de intereses, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”. Esa patria nos duele, porque nos pertenece a todos, y no a unos pocos.
Cuba necesita libertad, y eso lo gritan desde dentro y desde fuera: exiliados que sufren la distancia, artistas, diplomáticos, hermanos masones, creyentes y no creyentes. La solución no puede seguir postergándose ni adornándose con promesas vacías. “Se nos va la vida en promesas”, dice Nadieska, y es cierto: se escapa la fuerza, se apaga la ilusión, se marchita el presente sin futuro.
Pero en medio del desastre, Dios sigue siendo refugio. Él no falla, no traiciona, no promete en vano. Él sostiene la fe del que cae, la voz del que clama, la esperanza del que aún cree. A Él confiamos nuestra reconstrucción, no solo de paredes y sistemas, sino del alma nacional. Y como dijo una hermana: “Que Dios sea siempre el refugio de este pueblo, de generación en generación”. Amén. Y que así sea. Porque ya no más. Ya es la hora.