Régimen libera bajo amenazas a Héctor Luis Valdés

Redacción de CubitaNOW ~ miércoles 8 de septiembre de 2021

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Después de que el régimen cubano arrestara este 8 de septiembre en La Habana al periodista independiente y activista Héctor Luis Valdés Cocho lo liberó, pero bajo fuertes amenazas.

Su detención se produjo en el Parque de la Fraternidad de la capital cubana cuando agentes de la dictadura se le acercaron para conducirlo hasta una estación policial cercana.

Después de llevarlo a Villa marista, desnudarlo, revisarlo e interrogarlo, le ‘aconsejaron’ que abandone el país antes de que finalice el año o vendrá sobre él una ‘nube negra’.

Al llegar a su casa, el reportero relató lo que vivió hoy y aseguró, totalmente orgulloso, que no lograron intimidarlo, mucho menos convencerlo de que deje la isla.

Su relato íntegro a continuación

Héctor, deberías abandonar el país! Fueron las primeras palabras que aquel mayor uniformado del MININT me dijo en cuánto entré al cuarto de interrogación.

Hoy de cierto modo presentía que me iban a detener; hoy amanecí en Osá, pero con Oshún al lado mío cómo diciéndome que ahí estaba ella para lo que fuera. La sentía, sentía su presencia porque a pesar de sentir el dolor de las esposas en mis muñecas mi risa irónica y desafiante nunca me abandonó. Hoy yo había amanecido bruja y eso nadie me lo iba a quitar. Creo que de cierto modo ellos sabían que algo extraño había en mí, no era el mismo Héctor que habitualmente detenían. Mi risa, esa que antes les expliqué, era escudo y espada contra quiénes se saben sin verdad. Ellos también estaban más que claros, la cosa no estaba fácil para ellos. Aunque cabe recalcar que el oponente hoy fue más insidioso que nunca.

Al detenerme en el mismo Parque de la Fraternidad, cuándo me disponía asistir a dar cobertura a las festividades por el día de nuestra patrona de Cuba, no me resistí, con mi sonrisa les advertía que les esperaba tanto a ellos cómo a mí, una guerra campal dónde la indiferencia iba a ser mi arma secreta. Me condujeron hacia Infanta y Manglar sólo para comunicarme que, de ahí, en sólo minutos, iba a ser trasladado hacia Villa Marista. El motivo, según ellos una entrevista.

No pasaron ni quince minutos cuándo un carro moderno particular parqueó frente a la unidad. Un hombre alto, relativamente joven, corpulento, se dirige hacia mí y me dice: "Buenos días Héctor, viste que fácil nosotros hacemos que asistas a Villa Marista? No tuvimos que derribar tú puerta, sólo hizo falta unos días de vigilancia sin que te dieras cuenta"

A mí me dio risa la verdad; y lo único que me dio por responderle fue: "Buenos días, quién es usted; Al Paccino? Giré mi cabeza y seguí tratando de descifrar el concepto de revolución que colgaba en un cuadro en dicha estación.

El señor que desde este momento voy a nombrarlo Al, me tomó por el brazo para dirigirme hacia el carro que ya estaba fuera esperando. "Suéltame por favor, hay covid" fue lo que pronuncié que al parecer tomó como orden. Ya en el carro mi risa desfachatada ahí seguía, era como que sabía lo que me esperaba, no sé, algo raro pasaba en mí y ellos lo notaban.

Al llegar a Villa Marista ya ustedes todos saben el "procedimiento a seguir" (desnúdate Héctor, ponte contra la pared, abre los brazos, súbelo hacia arriba) en fin, la típica conejita playboy en posiciones provocativas para levantar las ya caídas fantasías de nefastos personajes. Ya dentro del cuarto antártico comenzó la guerra que me venía yo mismo anunciando por el camino. Ya no era el hombre supuestamente educado que me fue a recoger a Infanta, sino un pinta canas y mayor del ministerio del interior.

Él: ¿Cómo estás Héctor?

Yo: No tan bien pero ahí voy.

Él: ¿Héctor, porqué no abandonas el país?

Yo: ¿Porqué no lo abandona usted?

Él: Porque yo amo mi país.

Yo: ¿Acaso no lo amo yo?

(Estaba convencido que no era Héctor quién hablaba, sino ese ser mágico que se había apoderado de mí desde que me levanté)

Él: ¿Héctor, entonces ahora eres líder del Movimiento San Isidro? Y Luis Manuel?

Yo: Ustedes no saben dónde está Luis Manuel? Ay que raro, si ustedes fueron los que lo metieron dónde está!

Él: Héctor, te voy a hablar clarito, antes de que se acabe el año abandona el país, un consejo vaya, no lo tomes como amenaza. Tú puedes ser un hijo mío...

Yo: Pero no lo soy y si lo fuera créame que estaría sumamente avergonzado de usted. Por mí parte terminé con usted.

Continuó con lo que para él era nuevo pero para mí ya es habitual, las típicas amenazas de lo que pudiera ocurrirme si no abandonaba el país, de lo extensos que suelen ser sus garras a la hora de reprimir, de los negros que pueden ser mis días si insisto en seguir mi labor como periodista, de todas y cada una de las detenciones que me pueden esperar si no paro de informar la realidad. Para mí aquello era la más espantosa versión de una película de temática mafiosa, era la copia barata de uno de los filmes de Francis Ford Coppola. Por primera vez sentí que había ganado esa batalla, no había fuerza sobre la faz de la tierra capaz de borrarme la risa cínica que se había dibujado, de forma permanente en mi rostro. Yo estaba impávido y él como persona que aún no acaba de asimilar que perdió contra un gran oponente.

Se levantó en un santi amén y ordenó al mismo Kevin Costner que me llevó hacia ese lugar que me trajera de vuelta a mi casa. Ni el propio conductor de aquel auto infernal se creía la cara que tenía aquel mayor al salir del cuarto de interrogación, tal parecía que el periodista independiente era él y no yo.

No diré más porque esto que siento en estos momentos lo quiero gozar tanto pero tanto que no quisiera que terminara jamás. Sólo les digo que para abandonar el país secuéstrenme como mismo lo hicieron hoy, realicen la fantasía de ser capos y duérmanme utilizando formol, me llevan al aeropuerto y como bella durmiente me sientan en el mejor asiento que les parezca. Sólo así, abandonaré esta isla a la cuál amo mucho más que ustedes. Si mi destino es ir preso por informar la realidad que vive mi tierra; la risa que hoy me acompañó y ese ser que nunca me abandonó, estarán conmigo las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana.

Nada más que decir; sólo feliz de haberles ganado esta batalla. ¡Suerte por ahí!

Les dejo la foto que logré tomar cuándo me sentaron en el salón de espera de Infanta y Manglar, momentos antes de que se percataran que lo traía encima y se abalanzaran como leones a una presa.

Estoy bien, hace quince minutos llegué a casa. Sólo quería llegar y redactar antes de que se me fueran las ideas. Debo admitir que hoy cumplí uno de mis tantos sueños; ser la villana de esta historia. ¡Gracias a todos por la preocupación! Seguiremos.


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