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'La mesa cubana es mestiza, como lo es la nación misma' Actor Luis Alberto García

Redacción de CubitaNOW ~ lunes 29 de diciembre de 2025

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Menudo revuelo se ha armado con tratar de "extranjerizar" la papa y el arroz. No cabe duda que todo el pueblo cubano ha defendido con uñas y garras a dos de sus alimentos esenciales e históricos, y los intelectuales no quedan detrás en esa batalla. Esta vez es el actor Luis Alberto García, quien blandiendo el tenedor se cuestiona: “¿desnaturalizar la mesa cubana?"

En medio de un panorama cada vez más surrealista, las recientes discusiones sobre la “cubanía” de ciertos alimentos han encendido un debate que roza lo absurdo. Mientras el pueblo sigue lidiando con carencias, escaseces y malabares diarios para lograr un plato digno, voces lúcidas como la del actor Luis Alberto García han puesto sobre la mesa —literal y metafóricamente— una reflexión contundente, necesaria y profundamente cubana.

“No me cuadra esta cosa de poner en entredicho nacionalidades y/o pertenencias de algunos integrantes del condumio criollo. De ‘la jama’ que hemos construido como nación durante años con tanto sacrificio”.

Así comienza su alegato, directo y sin anestesia, recordándonos que la identidad culinaria de un país es fruto de siglos de mezclas, influencias, herencias y adaptaciones. Pretender “dar de baja” a alimentos porque no son originarios del archipiélago sería, como él mismo advierte, “delito de lesa cultura y un precedente harto peligroso”.

Con su ironía habitual, García Novoa lanza una batería de ejemplos que desmontan cualquier intento de “ICE de la jama”:

“El arroz y la papa (la papa ayuda) tienen el mismo derecho a ser cubanos que aquellos seres humanos nacidos de peninsulares (…) ¿Leonardo Gamboa sí y este dúo alimenticio no?”

Y sigue, hurgando en el disparate: “¿Qué volá con Los Tamalitos de Olga? ¿Y el Coffea Arábica, que también vino de Extranjia? ¿La guayaba (otra advenediza)? ¿El pan? ¿Exiliamos al pan con timba?”

La sátira crece a medida que se pregunta si también habrá que revocar la “ciudadanía” a reses, cerdos, pollos o caballos, porque —claro está— ninguno presenció el grito de Rodrigo de Triana. Sin embargo, entre la jocosidad emerge una verdad seria: el hambre no se combate con decretos simbólicos ni con cuestionamientos identitarios estériles.

“¿Qué va a ser de este pueblo sufrido y noble sin la pizza italo-cubana? ¿Sin la cerveza originaria de Alemania para olvidar tantas penas? ¿Sin el ‘ronaldiño’ peleón de las cañas de azúcar de la India?”

La pregunta final golpea con fuerza porque revela lo esencial: la mesa cubana es mestiza, como lo es la nación misma.

Y entre tanta genialidad, Novoa cierra con humor negro y resignación:

“Nos están quemando durísimo. Dejo esto aquí y me retiro lentamente a lidiar con mi Chikungunya. Bye.”

Una reflexión brillante, que denuncia, duele y hace reír al mismo tiempo. Una radiografía exacta de un país que sobrevive, a pesar de todo, gracias a la mezcla.


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