Descarga gratis nuestra App

Los ministros del fracaso económico cubano (Parte I): De Murillo a Gil, la historia repetida del derrumbe

Redacción de CubitaNOW ~ sábado 1 de noviembre de 2025

Article feature image

El caso del exministro Alejandro Gil Fernández, hoy investigado por la Fiscalía cubana, es apenas la más reciente versión de una larga saga de dirigentes elevados como “salvadores” de la economía y luego sacrificados como culpables de sus ruinas. Su ascenso y caída no pueden entenderse sin mirar antes al llamado “zar de los lineamientos”, Marino Murillo Jorge, quien fue el rostro visible de las reformas económicas impulsadas por Raúl Castro entre 2011 y 2016.

Murillo fue designado ministro de Economía en 2009, y luego vicepresidente del Consejo de Ministros y jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos del Partido. Aquellos lineamientos, aprobados en el VI Congreso del PCC en 2011, pretendían “actualizar” el modelo socialista, abrir espacio al trabajo privado y descentralizar decisiones productivas.

Raúl Castro aseguró entonces que “Cuba nunca renunciará al socialismo, pero lo perfeccionará”, y llegó a decir que confiaba plenamente en el futuro económico del país bajo la conducción de Murillo.

El resultado, sin embargo, fue otro. Las reformas se estancaron a mitad de camino: el sector privado creció sin recursos ni derechos plenos; la empresa estatal siguió amarrada por la burocracia; y la doble moneda —CUP y CUC— continuó deformando toda la estructura de precios. La apertura prometida terminó en una parálisis a fuego lento. Cuando el fracaso se hizo inocultable, Murillo desapareció gradualmente del discurso oficial. En 2021, en lugar de ser investigado, fue trasladado discretamente a Tabacuba, una de las empresas más lucrativas de la isla, donde ha continuado en funciones de dirección. De figura reformista pasó a perfil bajo, pero nunca a un tribunal.

En 2018, Alejandro Gil —economista de discurso austero y obediente— asumió como ministro de Economía y Planificación, y poco después como viceprimer ministro. Con la llegada de Miguel Díaz-Canel al poder, Gil fue presentado como el rostro de la “nueva generación”. Era el encargado de implementar la llamada Tarea Ordenamiento, la más ambiciosa reforma monetaria de los últimos 30 años: eliminar el CUC, unificar salarios y precios, y reanimar la productividad.

El resultado fue un cataclismo. La inflación se disparó a niveles históricos, el salario real se pulverizó, la escasez se profundizó y el dólar informal pasó de 25 a más de 300 pesos. En medio de apagones, colas, migración masiva y miseria generalizada, el discurso oficial insistía en “resistir y confiar”. Gil se convirtió en la cara visible del desastre: justificaba los aumentos de precios, negaba el colapso y repetía que “la inflación se está desacelerando”, mientras los mercados quedaban vacíos.

En febrero de 2024 fue destituido por “graves errores en el desempeño de sus funciones”. Según la Fiscalía, enfrenta “graves imputaciones” y se encuentra bajo investigación, acusado de corrupción y desvío de recursos. Pero el detalle de los delitos nunca se ha hecho público.

El patrón: culpar al individuo, no al sistema. Tanto en el caso de Murillo como en el de Gil, el patrón es idéntico:

1. Se los eleva como tecnócratas que “modernizarán” el socialismo.

2. Se los responsabiliza luego de los fracasos estructurales que el modelo produce.

3. El aparato político evita asumir su parte: la falta de autonomía empresarial, el control de precios, la centralización de las divisas, la opacidad contable y la represión de la iniciativa privada.

Murillo fue degradado sin escándalo; Gil, expuesto y acusado. La diferencia no está en los resultados, sino en el contexto político. En 2024-2025, el gobierno enfrenta una crisis económica y social mucho más profunda, agravada ahora por el paso devastador del huracán Melissa por el oriente cubano. Las imágenes de destrucción, la falta de alimentos, el colapso energético y la desesperación popular amenazan con desbordar el control social.

Es en ese escenario donde el régimen decide sacar a la luz el caso Gil: una distracción cuidadosamente calculada. Mientras el país entero se pregunta cómo sobrevivirá los próximos meses, el noticiero dirige el foco hacia un “traidor” que malgastó los recursos del pueblo. La vieja táctica de mover el tablero: ofrecer un culpable visible para ocultar el verdadero problema —un sistema que, desde hace seis décadas, no produce riqueza ni bienestar.



Recomendado para ti

Tambien te puede interesar