La censura hizo que Humberto Solás hiciera solo filmes del ayer
Redacción de CubitaNOW ~ miércoles 14 de mayo de 2025

En mayo de 1965, el cine cubano dio un giro importante con el estreno del cortometraje El acoso, dirigido por Humberto Solás. Este proyecto marcó su debut como director de ficción y reflejó una perspectiva humanizada de un mercenario de Playa Girón, un enfoque que no fue bien recibido por el ICAIC debido a su tratamiento complejo y no demonizador del personaje. La obra fue una muestra temprana del estilo único de Solás, influenciado por el cine soviético del deshielo, que trataba a los personajes con matices, algo que sorprendió a los autoridades cubanas de la época.
Tras este éxito temprano, Solás pasó a realizar su próxima película, Manuela (1966), un filme de realismo socialista que contó con una actuación destacada de Adela Legrá, quien se convertiría en uno de los rostros más emblemáticos del cine cubano de los años 60. La película, ambientada en la Sierra Maestra, narraba una historia de amor entre una campesina y un guerrillero del Ejército Rebelde. Sin embargo, Manuela fue también criticada por su enfoque melodramático, especialmente una escena en la que la protagonista, interpretada por Legrá, exagera su dolor en medio de una balacera.
En 1972, Solás presentó Un día de noviembre, una obra que fue duramente censurada por su tratamiento de los traumas de un revolucionario. La película, que exploraba las inseguridades y dilemas existenciales de un revolucionario que no podía superar el pasado, fue vista como inapropiada durante el periodo del Decenio Gris, lo que provocó su prohibición hasta casi dos décadas después.
Solás, frustrado por la censura, dedicó su carrera posterior a hacer películas ambientadas en el pasado, pero continuó enfrentando problemas con el ICAIC. En 1981, su adaptación de la novela Cecilia Valdés, una de las historias más emblemáticas de la literatura cubana, fue un fracaso rotundo, lo que lo sumió en la depresión y un profundo desconcierto. Esta obra, a pesar de ser muy esperada, no fue bien recibida por los funcionarios del cine cubano, quienes le exigieron un enfoque diferente.
En su carrera posterior, Solás continuó con películas como Amada (1983), Un hombre de éxito (1986) y El siglo de las luces (1991), que reflejaban tanto sus tensiones personales como su dedicación a la exploración de la historia cubana. Sin embargo, fue en 2001, con Miel para Oshún, que encontró una mayor conexión con su público. Esta película, una road movie con una atmósfera más ligera, destacaba por sus hermosos paisajes y actuaciones convincentes, pero fue con Barrio Cuba (2005) que Solás capturó de manera desgarradora la angustia cotidiana de los cubanos.
Barrio Cuba fue una de las últimas películas de Solás antes de su muerte en 2008, y su representación de la vida cubana fue cruda y realista, mostrando la desesperanza de los cubanos en la villa miseria de la isla. Con actores como Adela Legrá, María Luisa Jiménez y Mario Limonta, el filme logró transmitir las dificultades de un país sumido en la pobreza, sin necesidad de recurrir a excesos melodramáticos. La fotografía de Carlos Rafael Solís fue fundamental para capturar la brutalidad de la realidad cubana, mientras los actores lograron transmitir la lucha constante por la felicidad en medio de un sistema que parecía estar condenado al fracaso.
A lo largo de su carrera, Solás demostró ser un director comprometido con la sinceridad artística, aunque a menudo se enfrentó a la censura y las presiones ideológicas. Su legado perdura a través de su obra, que sigue siendo un referente en el cine cubano por su capacidad para explorar las complejidades de la vida humana en contextos políticos difíciles.