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Con la dolarización en Cuba el régimen de Díaz-Canel hace lo que Fidel Castro llamaba “Anexión a EE.UU.”

Redacción de CubitaNOW ~ jueves 13 de marzo de 2025

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Si algo caracterizó el discurso de Fidel Castro durante décadas fue su férrea oposición a la dolarización de las economías latinoamericanas. Según el líder histórico del régimen cubano, la adopción del dólar como moneda de curso en cualquier país de la región significaba, en la práctica, una anexión económica a Estados Unidos. Así lo expresó en 1999 durante el I Congreso Internacional de Cultura y Desarrollo, cuando advirtió que tal medida solo serviría para someter aún más a los pueblos del continente al control de la Reserva Federal estadounidense.

Sin embargo, más de dos décadas después, el sucesor de su legado, Miguel Díaz-Canel, está haciendo exactamente lo que Fidel Castro calificaba como una traición al ideal de soberanía: la dolarización parcial de la economía cubana. Bajo el pretexto de la crisis económica y la falta de liquidez, el régimen ha convertido al dólar y a las monedas extranjeras en el eje del sistema financiero, excluyendo de facto a la mayoría de la población, que solo tiene acceso al devaluado peso cubano.

La historia económica reciente de Cuba está marcada por contradicciones cada vez más evidentes. Durante décadas, el castrismo atacó la influencia del dólar en la región, promoviendo el mito de una resistencia heroica contra la hegemonía económica de Estados Unidos. Fidel Castro advertía que la adopción del dólar equivalía a perder el control sobre la política monetaria y, en última instancia, la independencia del país.

Pero hoy, el régimen de Díaz-Canel no solo permite, sino que fomenta el uso del dólar mediante las tiendas en MLC (monedas libremente convertibles), un eufemismo que oculta una verdad innegable: la economía cubana está dolarizada en la práctica, aunque el gobierno no lo admita oficialmente. Esto significa que quienes no reciben remesas desde el extranjero o no tienen acceso a divisas se ven condenados a una pobreza aún más extrema, sin posibilidad de adquirir bienes de primera necesidad que solo se venden en dólares.

Si Fidel Castro resucitara, ¿cómo justificaría el actual gobierno que haya entregado al dólar el poder que antes denunciaba? ¿Cómo defendería Díaz-Canel una política que convierte a los cubanos en ciudadanos de segunda dentro de su propio país?

Lejos de resolver la crisis económica, la dolarización parcial ha profundizado las desigualdades. Hoy en Cuba existen dos clases de ciudadanos: los que tienen acceso a dólares y los que no. La diferencia entre ambos es la misma que separa la abundancia de la miseria.

El régimen ha convertido el acceso a divisas en un privilegio, y con ello ha consolidado una estructura económica excluyente que castiga a quienes dependen únicamente de los salarios en pesos cubanos. Esto contradice los principios de igualdad y justicia social que el castrismo pregonó durante décadas.

Pero la ironía va más allá. Mientras que en su momento Fidel Castro ridiculizaba la idea de someterse a la Reserva Federal de Estados Unidos, hoy el gobierno de Cuba depende directamente de la entrada de dólares para sostener su aparato estatal. No es casualidad que cada medida económica implementada en los últimos años haya estado orientada a captar divisas extranjeras a cualquier costo, ya sea mediante el turismo, las remesas o las tiendas en MLC.

Si bien el régimen cubano insiste en que no ha dolarizado oficialmente la economía, la realidad es que el peso cubano ha sido desplazado de las transacciones más importantes del país. La inflación descontrolada y la constante devaluación del CUP han hecho que la moneda nacional sea poco más que papel sin valor.

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En este contexto, la pregunta es inevitable: ¿cuánto falta para que el gobierno de Díaz-Canel dé el paso definitivo y haga oficial la dolarización total de la economía? Y si ese momento llega, ¿cómo justificarán los defensores del castrismo esta traición al discurso de Fidel Castro?

El giro del régimen no solo es una admisión de su fracaso, sino una prueba más de que el modelo económico cubano, sostenido durante décadas a base de propaganda y represión, se desmorona bajo el peso de sus propias contradicciones.

La realidad es evidente: el castrismo traicionó su propio discurso. Y como tantas veces en la historia de la revolución, el pueblo cubano es quien paga las consecuencias.



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