Carlos Lazo: ‘el gobierno cubano también impone restricciones’

Redacción de CubitaNOW ~ domingo 1 de marzo de 2020

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El profesor cubano Carlos Lazo compartió un texto en sus redes sociales donde, desde su perspectiva, hace un llamado a la paz entre los gobiernos de Cuba y Estados

Unidos.

Cubita Now reproduce el texto del docente antillano, de manera íntegra, a continuación:

Si el presidente Donald Trump me pidiera mi opinión de cómo aliviar el dolor de la familia cubana, yo hablaría con él. Si el gobierno cubano me exhortara a conversar sobre ese tópico, también dialogaría.

Sé que esto pudiera molestar a algunos hermanos dentro y fuera de Cuba. Si es así, lo siento, pero no tengo alternativa, yo soy un hombre de paz.

Creo que los problemas entre pueblos y gobiernos se deben de resolver a través del diálogo y que la violencia y el dolor nunca deben ser las alternativas. Mi experiencia de vida me hace pensar así.

Confieso que voy poco a la iglesia, pero trato de que las cosas que hago, o que digo, estén guiadas por las sagradas enseñanzas que me inculcó mi madre. Mi vieja era una santa. Ella decía: “hijo, donde hay dolor tú debes traer alivio, y donde hay rencor tú debes imponer el perdón”.

Eso lo venía oyendo, en boca de mi mamá, desde que tengo uso de razón. De niño, pensaba que esas frases las había inventado ella. Después descubrí que lo que aquella noble mujer expresaba era la prédica de amor de todas las religiones del mundo. Mi madre visitaba la iglesia los domingos, pero era un evangelio vivo todos los días de la semana.

Yo siento que Cuba y los Estados Unidos son también mi madre y mi padre. Viví la mitad de mi vida en la Isla y he vivido la otra mitad en los Estados Unidos. En ambos países tengo lazos familiares y humanos que me hacen regocijarme con las alegrías de mis hermanos y que me hacen entristecerme con los dolores de la familia cubana, donde quiera que ésta esté.

Mis padres divorciados (Cuba y los Estados Unidos), han venido enseñándose los puños por demasiado tiempo. Pero yo no me resigno a eso. De niño en Cuba, aprendí a caminar, balbuceé mis primeras palabras y jugué con aquellos amiguitos de la infancia.

Allí conocí por primera vez el amor. Años más tarde, bajo el mismo cielo, supe del dolor y el ostracismo cuando tuve que purgar un año de encierro en una cárcel cubana. En los Estados Unidos, también encontré el amor y también pasé un año en condiciones difíciles: Participé en la guerra de Iraq, fungiendo como médico de combate y tratando de salvar la vida de soldados norteamericanos heridos.

A algunos de esos jóvenes les cerré los ojos en un adiós postrero. A los de allá y a los de aquí los amo profundamente. Conozco lo horrores de la guerra y nunca la desearía como alternativa para nadie, menos aún para mis dos patrias.

Por todo lo anterior, como un hijo que clama, me siento en el derecho y en el deber de expresar hoy mi opinión. Cuando en pos de recrudecer el embargo, el gobierno norteamericano cancela rutas de vuelos para obstaculizar los contactos familiares y dificulta los envíos de ayudas y remesas, yo no puedo estar de acuerdo.

No puedo apoyar esas restricciones porque buscan crear más necesidad y penuria en mi familia de aquí y de allá. Tampoco puedo permanecer indiferente ante la creciente retorica agresiva que exacerba la confrontación entre ambos países.

Yo he visto la guerra, la sangre, la destrucción y la muerte. Yo sé de lo que hablo y ninguna política que esté de moda me hará percibir esto de otra manera, ni callarme.

Por otro lado, el gobierno cubano también impone restricciones. Estas no se reducen solo a lo oneroso del costo de los pasaportes que, en la práctica, limita el contacto fluido de los emigrados con su nación.

Las prohibiciones que impiden la entrada a Cuba de los profesionales cubanos que abandonaron una misión de trabajo (médicos u otros) y decidieron quedarse en otro país, deben ser revisadas y descontinuadas.

Estos impedimentos no solo castigan a esos profesionales sino también a los familiares que viven en la Isla—padres, hijos, abuelitos— quienes se ven impedidos de tener una relación armoniosa con sus seres queridos donde quiera que estos estén.

Aquí y allá, las consideraciones políticas deben ceder lugar a las consideraciones humanas. ¡Construir naciones amorosas e inclusivas requiere de puentes, no de muros! Y a mí: Dios me libre de lastimar a aquellos amiguitos que compartieron sus juguetes conmigo cuando yo era niño. ¡Ni a los que se fueron, ni a los que se quedaron!


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