Hace unas semanas, este periódico digital mencionó y puso ejemplos de la vandalización que se manifiesta en el cementerio de Colón, cuando fueron expuestas fotografías de restos mortales en vertederos de desperdicios sólidos en una de las puertas de la necrópolis. Ahora es el periodista especializado en deportes Yasel Porto quien lo hace tras visitar la tumba de su abuela: Yasel denunció públicamente las condiciones de deterioro y abandono que encontró en el camposanto más emblemático de la capital cubana.
Durante su visita, descubrió que el panteón donde reposan los restos de la anciana estaba en un estado deplorable, con la puerta abierta y signos de vandalismo en el interior, explicó en un post en su página de Facebook DPorto Sports LLC. Yasel relató que no pudo verificar si los restos de su abuela aún permanecían en el lugar debido a la falta de seguridad y permisos necesarios para acceder al área.
Observó un evidente descuido en otros sectores del cementerio, incluyendo el panteón de los peloteros profesionales, donde desaparecieron tarjas y adornos de bronce en honor a figuras destacadas como Andrés Ayón Brown, leyenda del béisbol cubano. El testimonio también destacó problemas más graves como tumbas abiertas, restos óseos expuestos en las calles y un hedor constante.
Estas denuncias se han vuelto frecuentes, pero el régimen atribuye ese desastre a la falta de recursos, al éxodo de trabajadores capacitados por los bajos salarios y la indolencia institucional.
En varios cementerios de Cuba, como el de Camagüey y Sancti Spíritus, se ha reportado el abandono con nichos abiertos, lápidas destruidas, acumulación de basura y robos de objetos fúnebres. En el cementerio de Las Tunas, ha habido denuncias de profanación de tumbas. Estos problemas son reflejo de la falta de recursos y mantenimiento por parte del Estado y por sobre todo, carencia total de interés por parte de los desgobernantes cubanos.
Las condiciones deplorables de los cementerios en Cuba afectan emocionalmente a las familias, ya que ven cómo los lugares de descanso de sus seres queridos están en abandono y vandalizados. Por si fuera poco es un suplicio llevar a cabo los entierros porque ni los ataúdes son fiables ni hay combustible para los carros fúnebres o simplemente, no los hay por deterioro lógico o no hay luz en las funerarias.
Ante esta situación, Pinocho y su pandilla sólo se cruza de brazos en espera que del cielo caiga la solución.
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