Inés Casal Enríquez, madre del artista independiente Julio Llópiz-Casal, publicó una hermosa reflexión en sus redes sociales en la que describe íntimamente las diferentes etapas del proceso “revolucionario” en Cuba.
Casal, una profesora jubilada, relató cómo el fervor y júbilo de los primeros años del proyecto de Fidel Castro se fue transformando en miedo, tristeza y decepción.
“Primero fue el júbilo, que luego se convirtió en esperanza y confianza. Confianza en un líder que decía traer en el corazón las enseñanzas del Maestro. Y creíamos - creímos - que estábamos haciendo las cosas a nuestro modo, por primera vez. Pero hacíamos las cosas a la manera de un solo hombre”, explica.
“Aceptamos que nuestros enemigos eran los que, de alguna forma, no creían en el proyecto que se abría ante nosotros”, dice, y aclara cómo no importaba que entre ellos estuvieran los familiares y los amigos.
“Nos acostumbramos a callar para no buscarnos problemas, tratando de convencernos de que protestar o disentir de alguna forma era hacerle el juego al enemigo. Después llegó el miedo. Ese miedo que le inculcamos también a nuestros hijos, pidiéndoles que callaran; total, si no se iba a cambiar nada. Luego llegó la tristeza, la inmensa tristeza de ver lo equivocados que estuvimos, el horror de conocer tantas historias ocultas, el desencanto de haber entregado la vida entera a una mentira”.
No obstante, para ella ha vuelto el júbilo y la esperanza con esta nueva generación a la que le importa la Patria, la dignidad y el decoro. “Se unen los cubanos buenos, los de dentro y los de fuera, de la forma en que debieron estarlo siempre”, concluye.
Inés Casal ha publicado otros textos en sus redes sociales en defensa de su hijo, uno de los jóvenes que acudió al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020 para exigir que se respeten los derechos de los artistas y de la sociedad civil
En sus escritos ha cuestionado al gobierno y defendido las demandas de los jóvenes cubanos que, como su hijo, intentan ser escuchados por vías pacíficas.
A continuación reproducimos íntegramente el contenido de la carta
Primero fue el júbilo, que luego se convirtió en esperanza y confianza. Confianza en un líder que decía traer en el corazón las enseñanzas del Maestro. Y creíamos - creímos - que estábamos haciendo las cosas a nuestro modo, por primera vez. Pero hacíamos las cosas a la manera de un solo hombre.
Y aceptamos que nuestros enemigos eran los que, de alguna forma, no creían en el proyecto que se abría ante nosotros. No importaba que en ellos también estuvieran nuestros padres, o nuestros tíos, o nuestros primos, o nuestros hermanos, que emigraban buscando nuevas oportunidades o huyendo del comunismo, o simplemente buscando libertad.
Y nos acostumbramos a callar para no buscarnos problemas, tratando de convencernos de que protestar o disentir de alguna forma era "hacerle el juego al enemigo."
Después llegó el miedo. Ese miedo que le inculcamos también a nuestros hijos, pidiéndoles que callaran; total, si no se iba a cambiar nada.
Luego llegó la tristeza, la inmensa tristeza de ver lo equivocados que estuvimos, el horror de conocer tantas historias ocultas, el desencanto de haber entregado la vida entera a una mentira.
Hasta llegar a estos momentos en que a una nueva generación le importa la Patria, le importa la dignidad, le importa el decoro, y se unen los cubanos buenos, los de dentro y los de fuera, de la forma en que debieron estarlo siempre.
Y vuelve el júbilo y la esperanza.
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