La designación de Germán Mesa como director del equipo Cuba de béisbol hasta 2028 no ha pasado inadvertida. Aunque fue, sin dudas, el mejor torpedero de su época, hoy no es mirado con buenos ojos por los amantes actuales del béisbol cubano.
Su elección no responde a una evaluación del momento deportivo, ni a su cercanía con los jugadores, ni a su capacidad táctica actual. Es, como muchos sostienen, un gesto político. En Cuba, cuando se trata del equipo nacional, el talento pasa a segundo plano: lo que prima es la obediencia ideológica.
La Federación Cubana de Béisbol (FCB) no está escogiendo a los más preparados, sino a los más confiables políticamente. Germán Mesa, con vínculos históricos con la Seguridad del Estado y una figura asociada a la obediencia, representa el tipo de técnico que el régimen puede controlar. A pesar de que su tiempo como jugador fue brillante, en su rol como entrenador no ha demostrado logros recientes que justifiquen una designación de este calibre. A ello se suma el malestar de figuras dentro y fuera del país, que ven esta movida como un retroceso en la profesionalización del béisbol cubano.
“No se trata de béisbol, se trata de mantener una narrativa política bajo control. Germán Mesa no ha sido elegido por lo que sabe, sino por lo que representa.” Así lo han dicho varias voces cercanas al entorno del deporte nacional.
Esto cobra aún más fuerza si se consideran los nombres que quedaron fuera. Por ejemplo, el veterano de mil batallas Alfonso Urquiola, el siempre querido Michel Enríquez y el director de Holguín, y Noelvis González Matos, innovador con el uso de la sabermetría y el béisbol moderno.
“La pelota cubana está secuestrada por el poder político, y el caso de Germán Mesa lo demuestra. No es una cuestión de méritos, sino de conveniencia ideológica", se multiplican los comentarios de los aficionados.”
La decisión de cara al Clásico Mundial 2026 preocupa, porque más allá del rendimiento técnico, el desafío será construir un equipo que represente a una nación fragmentada entre los que juegan dentro y los que brillan fuera del país. Y para ello, la confianza de los jugadores es esencial, algo que Mesa no parece tener.
La política volvió a ser el cuarto bate. El béisbol cubano, que necesita un proceso de reconstrucción basado en transparencia, mérito y reconciliación, ha sido nuevamente atrapado en la red del control estatal.