Jorge Fernández Era ya está libre. Pero el hecho de que haya sido detenido solo por expresarse dice mucho sobre el país en que vivimos. No había cometido ningún delito. No había agredido a nadie, ni interrumpido el orden público. Solo escribió, solo pensó en voz alta. Y eso bastó para que lo metieran nuevamente en un carro policial y lo llevaran detenido. ¿Hasta cuándo se va a vivir así en Cuba?
Al saber que Jorge había sido liberado, Rosa María Sánchez reaccionó con una mezcla de alivio e ironía: “Se comportan como los esbirros de Batista; pero me he tenido que reír con tu escrito. Ya tú sabes: tour gratis. Con lo malo que está el transporte”. La broma duele porque es real. Hoy en Cuba hay más gasolina para patrullas que para ambulancias. No hay medios para mover a un niño enfermo, pero sí para reprimir a quien piensa distinto.
Mucha gente se está cansando. Y no lo oculta. Jorge Armando Herrera fue tajante: “Esta revolución es una mierda. Hoy te reprimen por decir la verdad. Y lo peor es que el castigo puede ser más duro que el que recibió Fidel por asaltar un cuartel. A él lo llevaron a una prisión decente. Hoy te tiran a un infierno sin comida ni medicinas.”
No se trata de exagerar. Se trata de abrir los ojos. Lo que está pasando no es normal. No es justo. El pueblo cubano está pagando un precio muy alto por simplemente hablar, protestar o reunirse pacíficamente. Lo que antes parecía impensable –que alguien fuera perseguido por escribir una crítica o pararse frente al busto de Martí– hoy ocurre a plena luz del día.
“Te quieren enloquecer”, escribió una amiga de Jorge. Y eso resume todo. No basta con detenerte. Quieren romperte la mente, hacerte sentir que estás solo, que nadie te escucha. Pero ya no es así. Cada día son más los que alzan la voz, los que denuncian, los que comparten. La indignación es fuerte. Y se ha vuelto contagiosa.
Muchos comparan esta represión con la de tiempos de Batista. Pero hay algo peor ahora: ya no se persigue al que pone bombas, sino al que piensa. Ya no se encarcela al violento, sino al que habla. Ya no se teme a los actos, sino a las ideas.
Lo que Jorge vivió no fue un caso aislado. Es parte de un patrón que se repite con estudiantes, periodistas, activistas y ciudadanos comunes. Pero cada nuevo abuso también despierta más solidaridad, más rechazo, más resistencia.
Por eso, aunque Jorge esté libre, nadie debe olvidar por qué estuvo preso. Su libertad no es una victoria del sistema, es una pequeña pausa en una historia mucho más grande. Y en esa historia, todavía hay mucho que contar… ¡y mucho que cambiar!
Redada fallida: Dodgers bloquean ingreso del ICE al estadio en plena crisis migratoria
Hace 10 horas
Mercado negro de divisas en Cuba sigue sin variaciones: dólar y euro mantienen su valor
Hace 2 horas