Las actuales medidas migratorias implementadas tras el retorno del trumpismo a la Casa Blanca han sido marcadamente insensibles, particularmente con los disidentes cubanos que arriesgaron su vida enfrentando a una dictadura.
El caso del científico y activista Oscar Casanella es un reflejo desgarrador de esta política. Perseguido por la Seguridad del Estado cubano, víctima de amenazas, detenciones arbitrarias, acoso sistemático e incluso atentados contra su vida, Casanella podría ser deportado el 24 de junio desde Miami. Esa fecha, dolorosamente simbólica, coincide con el cumpleaños de su hijo mayor.
Su delito no fue otro que el de ejercer su derecho a pensar diferente. Como profesor de la Universidad de La Habana y opositor pacífico, Casanella documentó años de represión y censura.
No escapó por oportunidad económica: escapó por supervivencia. Su testimonio incluye amenazas directas como “si dentro de un mes sigues aquí, vas preso”. En lugar de hallar refugio, ha quedado atrapado en una maraña legal gracias al formulario I-220A, un limbo migratorio que excluye a cubanos como él de la Ley de Ajuste Cubano y los convierte en víctimas de una política migratoria ciega.
"El mayor peligro no es solo la deportación, sino el desinterés absoluto por las historias de vida y los riesgos reales que enfrentan los activistas como Casanella". En lugar de examinar caso a caso, las nuevas políticas priorizan las cifras y la apariencia de firmeza, ignorando las consecuencias humanas. Esto puede derivar en que personas que han demostrado su compromiso con la democracia y los derechos humanos terminen en cárceles del régimen que combatieron.
Es particularmente cruel que Estados Unidos, país históricamente comprometido con la defensa de las libertades individuales, adopte medidas que puedan culminar en la repatriación forzada de disidentes a gobiernos autoritarios.
La administración Trump ya antes había endurecido el tratamiento a los migrantes cubanos, eliminando protecciones y reduciendo el procesamiento de solicitudes de asilo, una tendencia que ahora se retoma con renovada severidad.
"Oscar Casanella no es una estadística; es una vida, una familia, una historia de resistencia que merece ser escuchada". El riesgo que corre no es abstracto: regresar a Cuba implicaría casi con certeza prisión, violencia o muerte. Negarle el asilo no solo contradice los principios del sistema democrático estadounidense, sino que ignora los valores humanos más esenciales.
En una era donde los números importan más que las personas, Casanella simboliza a todos los que aún creen en la libertad, pero se ven traicionados por quienes prometieron defenderla.
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