Por décadas, el régimen cubano ha sostenido con orgullo el discurso de ser una "potencia médica", un referente en atención sanitaria y formación de profesionales de la salud. Sin embargo, la realidad que enfrentan los ciudadanos en hospitales y policlínicos de la isla desmiente esta narrativa. La crítica ya no proviene solo de opositores y activistas, sino de quienes, en su momento fueron parte de la maquinaria propagandística del Estado y hoy han decidido contar la verdad sin censura.
En un reciente testimonio, Sonia González Sosa, quien fuera por muchos años jefa de redacción del Noticiero Nacional de la Televisión Cubana y del Noticiero Nacional Deportivo, expuso el calvario que viven miles de cubanos cuando necesitan asistencia médica. En su caso, padeciendo una bronquitis, se vio obligada a recorrer centros de salud sin encontrar una solución efectiva. En el policlínico, el equipo de aerosol no funcionaba por falta de electricidad. En el hospital, la situación fue aún más indignante: no había el medicamento necesario, solo se administraba suero fisiológico, y para colmo, el paciente debía llevar su propia boquilla para recibir el tratamiento.
Este relato, lejos de ser un caso aislado, es el día a día de los cubanos que acuden a centros de salud donde no hay medicamentos esenciales, los equipos no funcionan y el personal, desmotivado por la precariedad, apenas puede ofrecer una atención digna. La falta de insumos ha llegado al punto de que familiares deben proporcionar desde gasas y jeringuillas hasta anestesia para intervenciones quirúrgicas.
A esta crisis se suma la emigración masiva de profesionales de la salud. Los bajos salarios, las malas condiciones de trabajo y la politización del sistema sanitario han llevado a médicos y enfermeros a buscar mejores oportunidades fuera del país, dejando a los hospitales cubanos con un personal cada vez más escaso e inexperto. Mientras tanto, el gobierno sigue enviando brigadas médicas al extranjero con fines lucrativos, priorizando la propaganda y los ingresos en divisas sobre la salud de su propia población.
Sonia González Sosa concluye su denuncia con una pregunta retórica pero demoledora: "¿Potencia médica?". La respuesta es evidente para cualquier cubano que haya sufrido la ineficiencia del sistema sanitario en carne propia. Lo que alguna vez pudo haber sido un modelo de salud pública hoy es un sistema colapsado, donde la falta de recursos, la indiferencia estatal y el deterioro de las condiciones de trabajo han convertido la atención médica en una odisea.
El testimonio de González Sosa es solo una muestra de cómo incluso quienes antes formaban parte de la narrativa oficialista hoy se ven obligados a reconocer la cruda realidad. La "potencia médica" es, en definitiva, una farsa insostenible en un país donde enfermarse puede ser una sentencia de abandono e impotencia.
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