El mercado informal de divisas en Cuba cerró el domingo sin variaciones respecto al día anterior. El dólar se mantiene en 380 pesos cubanos (CUP), mientras el euro y la moneda libremente convertible (MLC) continúan en 410 y 260 CUP, respectivamente, según el monitoreo de elTOQUE. Sin embargo, esta estabilidad no refleja una mejora estructural, sino una parálisis que prolonga la incertidumbre.
La calma cambiaria, lejos de tranquilizar, se vuelve un reflejo de la inacción oficial. El Observatorio de Monedas y Finanzas de Cuba (OMFi) advierte que el dólar podría llegar a los 385 CUP antes de finalizar junio, impulsado por la constante demanda insatisfecha y el estancamiento de las reformas.
Este repunte gradual del valor informal de la moneda estadounidense no solo evidencia la presión sobre el peso cubano, sino también la ausencia de medidas que estabilicen realmente el mercado.
En este contexto, la falta de anuncios concretos sobre la esperada reforma monetaria sigue generando frustración. A pesar de que en 2024 se prometió una transición hacia un sistema de tasa flotante, el propio ministro Joaquín Alonso reconoció en el Congreso de la ANEC que, aunque “las acciones están definidas”, por ahora “no habrá cambios” debido al “alto riesgo” del escenario económico.
Expertos como Miguel Alejandro Hayes y Mauricio de Miranda señalan que la estrategia oficial apunta más a absorber divisas del mercado informal sin ceder el control cambiario, que a lograr una verdadera liberalización. De Miranda incluso propone autorizar casas de cambio privadas reguladas, como ocurre en otros países con esquemas duales, para transparentar el sistema y reducir la especulación.
Mientras tanto, persisten tres tipos de cambio oficiales: uno de 24 CUP para empresas estatales, otro de 120 CUP en bancos y uno informal que supera los 370 CUP. Esta triple cotización fomenta la desigualdad económica, afectando especialmente a quienes viven de salarios estatales sin acceso a remesas.
La jornada sin variaciones no debe confundirse con un alivio real. Al contrario, muestra una doble carencia: la de un peso cubano debilitado por distorsiones estructurales, y la de una reforma monetaria aplazada indefinidamente. En Cuba, la estabilidad aparente sigue siendo sinónimo de una espera sin respuestas.
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