A pesar del triunfo del equipo femenino de balonmano de Cuba en el torneo NORCECA que le permitirá regresar a lides mundialistas, tres jugadoras jugadoras abandonaron la concentración oficial en México tras disputar los primeros partidos de dicha lid.
Naomis Mustelier, Islenia Parra y Nahomi Rodríguez se alejaron del grupo el jueves 10 de abril, luego del entrenamiento matutino, al abordar un vehículo y salir de la villa deportiva donde se hospedaba la delegación cubana.
La deserción, aunque impactante, no es un hecho aislado. Se produce en un contexto en el que, a pesar de las victorias deportivas, el balonmano femenino cubano atraviesa una fuga constante de talentos.
A la salida de estas tres atletas se suma el hecho de que seis jugadoras del elenco ya militan actualmente en ligas extranjeras, la mayoría en Europa, gracias a contratos gestionados directamente con clubes, aunque aún bajo autorización del INDER.
Esta realidad ha provocado una dualidad incómoda: mientras algunas deportistas logran salir legalmente y continuar representando a Cuba, otras optan por la vía de la deserción ante la falta de condiciones dignas y una proyección profesional limitada dentro de la Isla.
Según expertos deportivos, incluso aquellas que logran insertarse en el balonmano internacional lo hacen con restricciones impuestas por el Estado cubano, que limita su autonomía contractual y sus ingresos.
El caso reciente vuelve a poner en el foco la creciente crisis del deporte cubano. A pesar de la fuga, el equipo logró proclamarse campeón invicto del torneo Norceca y obtuvo su pase al Mundial Femenino, una hazaña que, paradójicamente, también destaca la resiliencia del grupo frente a un sistema desgastado. El conjunto disputó tres de los cinco partidos con apenas 12 jugadoras.
El éxodo no da señales de freno. En el último año, más de una docena de balonmanistas han abandonado delegaciones durante eventos internacionales, en busca de libertad y estabilidad. Mientras tanto, el INDER y la Federación Cubana de Balonmano mantienen silencio, como si ignorar el problema fuera una estrategia válida frente a una sangría que ya compromete el futuro del balonmano femenino en la Isla.
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