En Santiago de Cuba, la esquina de Mariana Grajales y Los Pinos se ha convertido en un punto crítico donde la negligencia y la desidia del gobierno local amenazan diariamente la vida de sus habitantes. Según una denuncia del periodista Yosmany Mayeta Labrada, el lugar vuelve a estar completamente destruido tras las lluvias recientes, a pesar de los múltiples “arreglos” improvisados por Comunales.

Los vecinos aseguran que el problema tiene décadas y que su origen está en el desvío de un río subterráneo que atraviesa la zona. Cada vez que llueve, las calles se transforman en un verdadero torrente de agua que arrastra todo a su paso. Los tragantes están totalmente tupidos, los huecos se multiplican y los accidentes son constantes. Hace algún tiempo, un caballo murió al caer en uno de los huecos y, según relatan testigos, también un pasajero perdió la vida en un siniestro anterior.

Este 15 de octubre, un coche lleno de personas cayó nuevamente en el hueco. Afortunadamente no hubo heridos graves, pero los residentes insisten en que el peligro es real y que podría ocurrir una tragedia mayor en cualquier momento. “Esto es un río bravo en plena ciudad”, comentó un internauta, mientras otros comparan el barrio con “una Venecia santiaguera” por la magnitud de las inundaciones.

La frustración popular se refleja en los comentarios: algunos recuerdan que el problema lleva más de 50 años sin solución, otros ironizan diciendo que “más fácil sería construir un puente que arreglar la calle”, y muchos señalan que el gobierno responde a las quejas con un pomo de aceite o una libra de arroz, en lugar de reparar lo que realmente importa.

La falta de acción de las autoridades locales convierte esta esquina en una bomba de tiempo. Los habitantes piden la intervención urgente del Gobierno Provincial del Poder Popular de Santiago de Cuba y de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, pero hasta ahora solo reciben promesas vacías.

Mientras tanto, cada lluvia renueva el temor: peatones, animales y vehículos corren el riesgo de ser arrastrados por ese “río que nunca debió existir”, símbolo del abandono y el deterioro urbano que consume a toda Cuba.

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