La capital cubana vuelve a amanecer cubierta de basura, evidencia palpable de años de abandono y mala gestión. Hace apenas unas semanas, las redes sociales se inundaron de fotografías de altos funcionarios del Partido y del ejército recogiendo desechos en un intento desesperado por aparentar eficiencia.

Era, como tantas otras veces, un espectáculo mediático diseñado para ocultar décadas de deterioro urbano.

Hoy, ese “teatro” ha quedado al descubierto. Las calles están llenas de montones de basura que generan malos olores, atraen moscas y roedores y ponen en riesgo la salud de los habaneros. La ironía de los vecinos es evidente: mientras ellos luchan por sobrevivir entre desechos acumulados, los jerarcas se muestran sonrientes y satisfechos en fotografías cuidadosamente producidas. Una habanera resumió la situación con sarcasmo: “Es por culpa del bloqueo… el bloqueo interno del régimen.”

La verdad es más simple y dura: un gobierno que vive de propaganda y de mentiras nunca podrá enfrentar los problemas reales de su pueblo. Mientras se gasta dinero y recursos en actos mediáticos, los barrios siguen sumidos en el abandono. La limpieza de imágenes oficiales contrasta con la suciedad que permanece en las calles, recordando que lo que se muestra al mundo no refleja la vida cotidiana de los cubanos.

El problema de la basura en La Habana no es nuevo. Por años, el deterioro de la infraestructura urbana, la falta de planificación y la ineficiencia en los servicios públicos han convertido el manejo de los desechos en un desafío crónico. Sin embargo, la propaganda estatal pretende que el pueblo olvide estas realidades, reemplazándolas con fotos y videos de políticos posando junto a bolsas de basura recogidas por unas horas.

La situación actual evidencia que el teatro propagandístico no es suficiente para cubrir la incapacidad de un régimen que prioriza su imagen sobre las necesidades de su gente. Los habaneros no piden grandes obras ni celebraciones, solo soluciones reales a problemas cotidianos que afectan su calidad de vida.

Mientras las calles sigan llenas de basura, la propaganda será solo eso: un escenario vacío que no logra ocultar la verdad. La Habana sigue luchando por respirar entre desechos, mientras el régimen continúa limpiando únicamente sus apariencias.

Fuente: La Tijera

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