Un tiroteo premeditado sacudió un área forestal cuando un francotirador atrajo a los bomberos con una llamada falsa al 911 y abrió fuego mientras combatían un incendio intencionado de 20 acres.

Dos bomberos murieron y uno más que resultó herido, fue operado en el hospital Kootenai Health y se encuentra estable. No hubo civiles heridos, pese a la alerta inicial por posibles atrapados. El atacante, armado con un rifle moderno, fue hallado muerto. Se desplegaron más de 300 agentes del FBI, ATF y SWAT. La orden de confinamiento fue levantada tras confirmarse la ausencia de más amenazas. El móvil del ataque sigue sin esclarecerse.

El ataque ocurrió en el norte de Idaho, cerca de la ciudad de Kelso Lake, en el condado de Bonner. Esta zona es una región boscosa donde los bomberos estaban respondiendo a un incendio forestal cuando fueron emboscados por el tirador.

En un país donde los bomberos son sinónimo de sacrificio, valentía y servicio, la noticia del atentado dirigido contra ellos desata una ola de conmoción sin precedentes.

Aún sin información oficial confirmada sobre los autores o móviles del ataque, el repudio de la ciudadanía ha sido inmediato. “Pero, ¿quién en su sano juicio atentaría contra bomberos, cuya misión es salvar vidas?”, se preguntaba un usuario en redes sociales, reflejando la confusión generalizada que acompaña este acto de violencia inusual y atroz.

El hecho ha sido calificado por muchos como un acto de terrorismo. Algunos especulan sobre la posibilidad de que fuerzas extranjeras estén detrás del suceso, apuntando a grupos comunistas o incluso aliados de Irán. Aunque estas teorías carecen de confirmación, evidencian el estado de paranoia creciente que vive parte de la sociedad estadounidense, cada vez más polarizada y temerosa.

Otros usuarios piden justicia severa, exigiendo que los responsables sean juzgados como terroristas y enviados a Guantánamo. Esta demanda se mezcla con la desesperación de quienes ven en estos hechos una señal del colapso institucional. “Estados Unidos es una dictadura, un estado fallido”, se lee en una de las respuestas más radicales.

La tristeza se impone también entre los comentarios. Frases como “EPD esos héroes” y “que Dios le dé resignación a sus familiares” reflejan el sentimiento de luto nacional. Se percibe una mezcla de miedo, rabia, frustración y fatiga ante una sociedad que parece perder el control frente a una espiral de violencia sin sentido.

Para muchos, el problema es más profundo. Algunos señalan la incapacidad del sistema político para generar bienestar, sosteniendo que “la violencia genera violencia” y que el gobierno debería enfocarse en garantizar un mínimo de felicidad colectiva. Si no se hace nada, advierten, lo peor aún está por venir.

Reuters, CNN Newsroom y The Washington Post, entre otras agencias y medios informativos se hacen eco del ataque a los bomberos y su proyección agravante sobre las ya existentes tensiones sociales.

Un resumen pidiera ser el de una usuaria que afirma: “Esto es un horror”, horror no solo por el crimen, sino por lo que revela: una nación que no se reconoce a sí misma, dividida entre bandos, sumida en el miedo, y con instituciones que muchos sienten incapaces de protegerlos.

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