Los cubanos arrancan el fin de semana con más de lo mismo: apagones interminables que ya se extienden por más de 20 horas al día en diversas provincias. Según la Unión Eléctrica, el déficit supera los 1,600 MW, reflejando la incapacidad del gobierno para garantizar un servicio eléctrico estable.

Las causas son múltiples pero conocidas: averías en tres termoeléctricas clave, mantenimientos que mantienen otras fuera del sistema y una escasez crítica de combustible y lubricantes que paraliza más de 600 MW de la generación distribuida.

El panorama inmediato no ofrece alivio. Incluso con la reincorporación de algunas unidades y el aporte de parques solares fotovoltaicos, la generación disponible sigue muy por debajo de la demanda. Para este sábado en la noche, se calcula un déficit cercano a 1,600 MW, lo que asegura nuevas tandas de apagones prolongados.

La vida cotidiana se resiente: familias que no pueden cocinar ni conservar alimentos, niños que estudian bajo la luz de velas, hospitales que deben improvisar para salvar vidas en medio de la escasez. El calor, la falta de agua y la inseguridad alimentaria agravan un escenario que ya era crítico.

La incapacidad del sistema eléctrico nacional es el reflejo de décadas de desinversión y decisiones erráticas. Mientras el gobierno habla de futuros proyectos, la realidad golpea con apagones que condenan a la población a una resistencia forzada, sin certezas de cuándo llegará la luz.

Los cubanos no preguntan ya “si habrá apagón”, sino “a qué hora nos toca”. Y esa, quizá, es la mejor radiografía de la crisis.

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