Ha roto el silencio Adrián Corcho, uno de los ocho balseros cubanos que hace pocos días fueron rescatados en alta mar por la guardia costera de Estados Unidos tras naufragar la embarcación en la que salieron del puerto de Mariel.

“Nos sentimos bastante bien, hermano. Estamos quemados por el sol y traumatizados. Porque muchos de nosotros a la hora de rescatarnos perdimos la mente, estábamos alucinando. Llevábamos cuatro días sin dormir, dos sin comer y dos días a la deriva”, explica Corcho.

“Entrando ya a los Cayos sale un abrigo y se enreda al motor. Y el motor se apaga, cuando lo vamos a encender ya no enciende. Entonces comienza a entrar mucha agua y muchas olas, y ahí ya perdimos el control de la balsa”, contó a Telemundo 51.

Cuando la balsa se hundía con 20 personas a bordo, Adrián encontró la manera de mantenerse a flote: aguantarse de un tanque vacío.

“Y con ese tanque pude naufragar. Amigos míos que me encontré se fueron agarrando. Yo hubiese querido que se agarraran más. Pero fue imposible”, recuerda Corcho.

“Las olas los fueron separando de la embarcación. Ya se estaba hundiendo. Yo lo dejé atrás, pero eso se hundió y sé que todos lucharon por su vida. Ojalá aparecieran todos los desaparecidos”, pidió.

Ese tanque los mantuvo con vida durante más de 24 horas hasta que fueron rescatados y repatriados a Cuba el pasado lunes, sin que se les permitiera solicitar asilo político.

“Como seres humanos merecíamos eso, una oportunidad. Muchas muertes y mucho sacrificio, y mira nos atendieron en el barco, pero solamente eso, más nada”, lamentó.

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