La voz de la indignación vuelve a brotar desde el interior de Cuba, esta vez en la figura de Mireya Jiménez, una cubana que, harta de las carencias y del cinismo oficial, lanzó un mensaje contundente y sin filtros contra el gobernante Miguel Díaz-Canel.

En un video difundido en redes sociales, Jiménez retrató la crudeza del día a día en la Isla y arremetió contra la política exterior del régimen, que destina discursos a causas internacionales mientras ignora la tragedia nacional.

“Mira Canel, tú estás guapeando el agua de los palestinos… pero nosotros los cubanos no tenemos agua, yo no tengo agua en mi casa”, denunció la mujer, mostrando imágenes de calles cubiertas de agua sucia mientras sus vecinos carecen del servicio más básico dentro de sus hogares.

Su reclamo no fue una súplica, sino una acusación directa: “Yo no pido agua, ojo. A nadie se le ocurra, porque yo no estoy pidiendo agua”.

La cubana cuestionó la doble moral de Díaz-Canel, quien dedica esfuerzos a condenar a Israel y solidarizarse con Palestina, mientras el pueblo de la Isla se hunde en la miseria. “Los niños cubanos están peores que los palestinos”, sentenció Mireya, dejando claro que la guerra silenciosa de la sobrevivencia cotidiana en Cuba golpea con la misma o mayor dureza que cualquier conflicto armado.

Su mensaje fue también un grito de hartazgo contra la corrupción y el saqueo de décadas. “Váyanse con todos los millones, cómprense una isla, pero déjennos tranquilos a nosotros los cubanos”, reclamó, denunciando además el colapso moral que provoca el sistema, como el caso de la joven de Trinidad que abortó por no tener cómo alimentar a su hijo.

Jiménez responsabilizó directamente a la dictadura de haber sumido a la población en la desesperanza: “Malo eres tú, malos son los Castros, malos son ustedes”. Con la presión arterial alterada por la rabia, no calló su conclusión: “Abajo el comunismo, abajo la dictadura, abajo los Castros, abajo tú, Canel”.

El testimonio de Mireya Jiménez es una radiografía descarnada de lo que significa vivir en Cuba hoy: un país donde las necesidades básicas son un lujo, la protesta es criminalizada y los gobernantes prefieren desviar la atención hacia conflictos ajenos mientras su pueblo se ahoga en la precariedad.

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