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Pedro Luis Ferrer almuerza con su familia en La Habana: Para los pobres, el cerdo y el huevo ya no existen

Redacción de CubitaNOW ~ viernes 8 de septiembre de 2023

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El popular músico cubano Pedro Luis Ferrer pasó un día con su familia en La Habana y publicó una crónica sobre el encuentro en la que habla de los altos precios de la comida en la isla.

Ferrer, que reside desde hace años en Miami, ofreció dos conciertos recientemente junto a su hija Lena en el Museo Nacional de Bellas Artes y dijo que le gustaría realizar otros.

A continuación compartimos su escrito:

DÍA EN FAMILIA

(crónica)

Pedro Luis Ferrer Montes

Nuevamente hoy, Lena y yo nos fuimos a pasar el día con mi hermano mayor, Raulito Ferrer, y su hermosa y humilde prole, en la barriada de Lawton. Él —que se encuentra reponiendo satisfactoriamente de una pequeña isquemia—, trabajó con nosotros por algunos años, recorriendo buena parte de Europa y Estados Unidos. Así que, ahora, nos corresponde y nace asistirlo en cuerpo y alma.

Compartimos un sabroso almuerzo —a base de pollo asado, arroz y ensalada de aguacate—, elaborado por mi cuñada Cristina, desde su manera culinaria típicamente oriental; lance que vino a culminar con un escueto y fresco pastel (comprado al doblar de la esquina), cuya panetela nos colmó de plenitud. Y, como cierre, el cafecito criollo.

En la sobremesa, comentamos sobre la escasez de alimentos y su precio desorbitado —el tema popular nacional—, teniendo en cuenta que el salario medio de la población está por los tres mil criollos (unos quince dólares) o quizás algo más. Ya había escuchado en otras casas el mismo inevitable desconcierto:

«Ahora las "mipymes" venden cajas de pollo, pero muy caras, a diecisiete mil pesos —comentan con cara de asombro —. A veces las ofrecen en porciones más pequeñas, en paquetes de tres mil pesos, pero eso ya ocurre con menos frecuencia. Entonces, si reúnes y logras comprar una caja entera, te metes semanas comiendo pollo y más pollo, porque no tienes para comprar otra cosa. ¿El huevo?, ni pensarlo: un cartón (si es que aparece) está en la calle a tres mil pesos (treinta posturas). La mayoría de la gente —que vive de su salario sin recibir remesas— no puede comprar. El arroz, la vianda, la fruta... ¡Todo está carísimo! Una libra de Cebolla: quinientos cincuenta pesos. Entonces ¿qué come?».

En lo que saboreábamos el pastel, hicimos un cálculo sobre veinte libras de carne porcina (un pernilito). A cuatrocientos cincuenta pesos cada libra, nos arrojó una cifra de nueve mil pesos cubanos: cincuenta euros, según el cambio informal de ahora mismo (doscientos veintiocho pesos por euro). Mi hermano exclamó: «¡No, Pedro, olvídate! Para los pobres, el cerdo y el huevo ya no existen».

En plena digestión, con la intención de comprar unas libritas de cerdo (antojo mío para mi hermano) Lena y yo, con mi sobrino Fito, caminamos unas cuantas cuadras, bajo el alivio esporádico de las sombras que emanan de las estructuras, castigadas por un sol de antorcha.

Visitamos los dos establecimientos que nos recomendaron, donde ofrecen servicio de carnicería, pero la suerte no nos asistió: al llegar al primero, nos entusiasmamos con dos piernitas de cerdo que se veían con cierta lozanía sobre la rusticidad descuidada de un mostrador de cemento. Pero muy pronto supimos que no serían para nosotros: «Ya están comprometidas», nos advirtió lacónicamente el vendedor. No había más. Ni siquiera preguntamos el precio.

Y el segundo local estaba cerrado. Así, regresamos a casa, risueños y resignados, procurando los pequeños tramos sombreados de la avenida Dolores.

Al despedirnos, nos embullamos a tomarnos una foto en familia.

De regreso a mi casa en Playa, el taxista comentó que en este municipio existen mostradores que casi siempre están surtidos de cerdo, «aunque a precios astronómicos».

¡Veremos!


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