Alberto Navarro, embajador de la Unión Europea en Cuba, ha generado revuelo y confusión en los parlamentarios europeos por sus palabras y acciones recientes. El diplomático ha mostrado una alineación total con la dictadura y dado un espaldarazo a la sociedad civil cubana. 

Este diplomático boicotea la solidaridad mostrada por el Parlamento Europeo al recibir las voces de artistas cubanos que denuncian los atropellos del régimen. Al ser preguntado sobre si el sistema político de la Habana era una dictadura, Navarró expresó: “No, yo no considero que Cuba sea una dictadura. Claro que no”.

Luego para salvar responsabilidades acotó: “Como embajador yo no puedo andar dando calificativos y menos del gobierno en el que estoy acreditado”. Aunque ya se había decantado por favorecer al gobierno en su declaración.

Su forma de trabajo dista mucho de la de un diplomático que responde a los intereses y criterios de las naciones que representa. De manera inconsulta, se presume, que Alberto Navarro dirigió una carta al Presidente Biden para que derogara el embargo contra la dictadura. Aunque el embajador niega haberlo hecho, reconoce haber escrito una carta apoyando a otras figuras que sí lo hicieron. 

Por tal acción varios eurodiputados han interpuesto un reclamo a Josep Borrel, Alto Representante de Política Exterior de la UE, para que destituya a Navarro. En esta exigencia de destitución los eurodiputados afirman: “nuestro embajador en La Habana toma posicionamientos políticos en consonancia con un régimen que no respeta ni defiende los derechos humanos ni la pluralidad democrática”.



El embajador Navarro ha sido convocado por Bruselas para que explique su actuación. Este tipo de actitudes partidistas y unilaterales son contrarias a la labor de un diplomático. De confirmarse las acusaciones, la Unión Europea tendrá que designar un representante menos complaciente en la Habana.

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