En medio del ruido mediático que suele rodear su figura, Ángela Aguilar ha dejado claro que su prioridad no es seguir modas ni escandalizar. A sus 21 años, la joven intérprete de música regional mexicana se ha comprometido con una imagen genuina, alejada de los excesos y groserías, tanto en su vida pública como en el escenario.

Durante una reciente entrevista con CNN en Español, la cantante habló sobre su evolución estética y personal, en el marco del lanzamiento de su más reciente álbum, Nadie se va como llegó. Uno de los temas que más revuelo causó fue su cambio de look, al aparecer con extensiones de cabello largo, aunque para ella no fue más que una etapa transitoria.

“Me encanta el cabello corto, pero quise hacer algo distinto para este disco”, explicó. “Ya me urge quitarme las extensiones. Es algo que hacía cada Navidad desde que falleció mi abuelita, porque a ella le encantaba que tuviera el pelo largo”.

Aguilar asegura que estos cambios son parte de su proceso de autodescubrimiento. “Estoy probando, viendo qué me gusta. He cambiado de corte y color varias veces en los últimos meses, y casi nadie lo ha notado”, comentó entre risas.

Pero más allá de lo estético, Ángela destaca por un compromiso poco común en el mundo del entretenimiento: su decisión de no utilizar lenguaje vulgar. En un medio donde las expresiones fuertes se han vuelto parte del discurso habitual, ella apuesta por otro camino.

“Nunca había contado esto, pero cuando tenía 13 años le dije una grosería a mi papá, y su reacción fue una lección que nunca olvidé”, reveló. Según recuerda, Pedro Aguilar, su padre, le respondió: “El que no dice groserías no es porque no las conozca, sino porque elige expresarse de otra forma. Te faltan sinónimos”.

Desde entonces, Ángela ha sido consciente del poder de sus palabras. “En mis shows vienen familias enteras. Desde niños pequeños hasta abuelos. Hay niñas que tienen mis muñecas. Siento una gran responsabilidad de cuidar lo que digo y cómo actúo”, expresó.

La joven artista reconoce que su forma de presentarse —sin recurrir al lenguaje ofensivo ni a una imagen provocadora— puede parecer inusual, pero es una elección consciente. “Me hubiera encantado tener una artista así cuando yo era niña. Alguien que pudiera expresarse sin ofender, sin necesidad de gritar ni usar groserías”, dijo.

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