En el Clínico de 26, en La Habana, yace Mariano, un anciano cubano que lleva casi 24 horas acostado sobre una mesa metálica, sin atención médica, sin abrigo, sin dignidad. Su cuerpo delgado, desnutrido y cansado, parece fundirse con el frío del metal. No es una exageración: es la imagen viva del abandono, el dolor y la desesperanza que sufren tantos cubanos invisibles para el sistema.

La denuncia fue hecha por Saúl Manuel, desde su perfil de Facebook, con una foto que no necesita pie de foto. Solo hay que mirar a Mariano para entenderlo todo: el rostro triste, la piel pegada a los huesos, los ojos perdidos en el techo, mientras el tiempo pasa y nadie llega a auxiliarlo. ¿Dónde están los médicos? ¿Dónde están los recursos? ¿Dónde está el Estado?

Cuba, el país que se vanagloria de ser una potencia médica, no tiene una camilla, ni una manta, ni una enfermera que atienda a este hombre, que podría ser el padre o abuelo de cualquiera. Es la viva imagen del fracaso de un sistema que se sigue manteniendo gracias a la propaganda, pero que se deshace por dentro, entre techos que se caen, hospitales sin insumos y pacientes que esperan la muerte más que la cura.

Mariano no necesita discursos ni consignas. Necesita una cama, atención médica, respeto a su dignidad humana. Pero en lugar de eso, ha recibido indiferencia institucional, abandono sistemático y silencio oficial.

Esta imagen duele. Porque no es única. Porque es demasiado común.

Y porque muestra lo que el régimen jamás mostrará en sus medios oficiales: que la “revolución” que dice proteger a los más vulnerables los deja tirados sobre mesas frías, en soledad, y con dolor.

Saul Manuel exige lo mínimo: una atención médica digna para Mariano y para cada cubano que hoy sufre en un hospital colapsado. No por falta de médicos, sino por exceso de desinterés y abuso de poder.

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