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Las frases que forjaron el poder: consignas del gobierno cubano bajo la lupa (Capítulo IV) “Pioneros por el comunismo”

Redacción de CubitaNOW ~ jueves 25 de septiembre de 2025

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 Si hay un momento que marca a generaciones de cubanos, no es necesariamente la primera comunión ni el debut en un escenario, sino aquel instante, en la escuela primaria, cuando un adulto ordena levantar la mano derecha y repetir solemnemente: “Pioneros por el comunismo. ¡Seremos como el Che!”. La consigna, recitada al inicio de clases o en actos matutinos, pretende ser un rito de compromiso con el futuro socialista, aunque para muchos niños solo signifique el preludio al recreo o a iniciar las clases. 

La fórmula condensa dos pilares del imaginario oficial: la promesa de un comunismo siempre por venir y el modelo heroico de Ernesto Guevara. A través de esas palabras se inocula, desde edades tempranas, la idea de que la adhesión al proyecto político no es opcional sino requisito moral. El saludo pioneril convierte la ideología en gesto mecánico, una coreografía donde la espontaneidad no tiene cabida. Pocos pequeños se preguntan qué es el comunismo o cómo se llega a ser como el Che; lo importante es repetir con entusiasmo para no llamar la atención de la maestra. Baste con comenzar a usar el uniforme ya sea para asistir al pre-escolar o a primer grado y ya comienzan a experimentar el ordeno y mando como un acto reflejo.  

Los lemas en las aulas cumplen así una función de telón de fondo: legitiman la presencia del Estado en cada rincón de la vida escolar. Las paredes están cubiertas de consignas pintadas con colores alegres, recordando que la Revolución acompaña hasta en el pupitre. Incluso en centros de trabajo, las frases no descansan: “Más producción”, “Venceremos”, “Por más eficiencia socialista”. Carteles que nadie lee en serio, pero que sobreviven como decoración obligatoria, mezcla de propaganda y papel tapiz. 

En su versión laboral, los lemas operan como contraseña de pertenencia. Un buen trabajador no solo cumple con la norma, sino que sabe citar, a conveniencia, el refrán apropiado: “¡A paso de vencedores!”, “¡Vamos por más!”. La consigna funciona como comodín discursivo y como escudo frente a críticas: basta repetirla para demostrar entusiasmo revolucionario, aunque la fábrica produzca menos que el año anterior. La retórica sustituye a los resultados, y el eslogan se convierte en salvavidas para el discurso oficial. 

Lo paradójico es que, con el tiempo, estas frases terminan adquiriendo un tono casi folclórico. Los niños crecen, muchos emigran, otros cuestionan, pero todos recuerdan la consigna pioneril con una mezcla de nostalgia y perplejidad. En los centros de trabajo, los carteles envejecen junto a las máquinas, y los obreros aprenden a convivir con un decorado que parece pertenecer a otra era, aunque el calendario marque 2025. 

“Pioneros por el comunismo. ¡Seremos como el Che!” es, quizá, la expresión más clara de cómo el Estado cubano ha utilizado el lenguaje para formar lealtades y naturalizar su permanencia. Un simple juramento infantil resume la estrategia de décadas: sembrar consignas para cosechar obediencia. El resultado es un país donde la palabra “lema” suena inocente, pero encierra una larga tradición de vigilancia ideológica y disciplina colectiva. Y así, mientras en algún aula se alza una mano menuda para repetir la consigna, el eco de ese ritual recuerda que, en Cuba, los eslóganes nunca son solo palabras: son contratos silenciosos con el poder.


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