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La infancia cubana, entre el calor y los apagones: crecer en medio de una crisis sin alivio

Redacción de CubitaNOW ~ martes 14 de octubre de 2025

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Con temperaturas que rozan los 35 grados y apagones diarios de entre 4 y 12 horas en La Habana, que en las zonas rurales pueden llegar a superar las 20 horas, la infancia cubana atraviesa una de las etapas más difíciles de los últimos tiempos. En medio de una crisis energética que parece no tener fin, las familias intentan educar y entretener a sus hijos en un entorno de calor sofocante, estrés y falta de electricidad.

Uno de los mayores desafíos es mantener la continuidad educativa. Aunque el curso escolar avanza, la inestabilidad del servicio eléctrico afecta a miles de estudiantes, especialmente durante las tardes y noches, cuando deberían hacer tareas o prepararse para el día siguiente.

“Mi hijo cursa el quinto grado y la mayor parte del tiempo no puede hacer las tareas. Cuando se va la corriente, no hay luz, no hay ventilador, no hay Internet, no hay cómo cumplir con los deberes escolares”, cuenta Yudith, madre de dos niños en el municipio Marianao.

En el interior del país, donde la conectividad ya era limitada, la situación es aún más crítica. Escuelas han debido reducir horarios o prescindir del uso de tecnología, lo que representa un retroceso en los esfuerzos por modernizar la educación en la isla.

Los docentes también enfrentan dificultades para sostener el ritmo del curso. “Hay días en que tenemos electricidad solo en las mañanas. Los niños están cansados, con calor, y no pueden concentrarse. No es justo para ellos”, lamenta una maestra de primaria en Sancti Spíritus.

La crisis no solo afecta el aprendizaje, sino también la recreación infantil. Sin televisión, videojuegos o Internet, el aburrimiento se ha convertido en un compañero habitual de muchas tardes. Los parques y espacios públicos, que antes servían como refugio, permanecen vacíos por el calor extremo o la oscuridad que genera inseguridad.

Ante la escasez de recursos, los padres recurren a la creatividad para mantener activos a sus hijos. Juegos tradicionales como el “veo, veo”, el escondite, el parchís o las adivinanzas vuelven a ocupar un lugar central en la vida cotidiana. “En mi casa ya sabemos que la corriente se va a las 2 de la tarde. Así que tratamos de hacer todo antes. Después, jugamos dominó con los niños o les contamos historias”, comenta Pedro Vázquez, padre residente en Camagüey.

Algunas comunidades han impulsado iniciativas solidarias para aliviar la carga emocional de los pequeños. Talleres de manualidades, cuentacuentos al aire libre y cine móvil con paneles solares son parte de los esfuerzos de círculos culturales y centros comunitarios que buscan devolverles un poco de alegría y distracción.

Sin embargo, psicólogos y pedagogos advierten que el impacto puede ser profundo y duradero. La pérdida de rutinas, la falta de estímulos y el estrés constante afectan el desarrollo emocional y cognitivo de los menores. “Un niño necesita estabilidad, necesita juego, necesita aprender en un ambiente sano. Ahora mismo, muchos están creciendo entre el desánimo y la frustración”, explica una psicóloga de un policlínico habanero.

A pesar de la resiliencia que caracteriza a las familias cubanas, los expertos coinciden en que los esfuerzos individuales no pueden sustituir políticas públicas efectivas que garanticen condiciones básicas para el desarrollo infantil.

La crisis energética, más allá de sus raíces estructurales, se ha convertido en un desafío cotidiano que marca el presente y compromete el futuro de una generación que crece entre la oscuridad, el calor y la esperanza de un cambio que todavía no llega.


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