Un hecho insólito y peligroso tuvo lugar el miércoles en la cafetería Las Postas, ubicada en Los Palacios, Sevilla, en España, cuando un cliente prendió fuego al local, molesto porque no le servían mayonesa para acompañar su montadito de carne mechá. La jueza ha decretado su ingreso en prisión comunicada sin fianza, acusado de un presunto delito de incendio y de lesiones, por haber generado una alarma social considerable.

Según relató el propietario del bar, José Antonio Caballero, los empleados y clientes aún mantienen la angustia por lo ocurrido. "No hay explicación para lo que hizo", afirmó.

El incidente comenzó cuando el hombre, acompañado de su hijo y otra persona, preguntó si tenían kétchup o mayonesa para su bocadillo. Al recibir una respuesta negativa, se marchó. Sin embargo, regresó minutos después con una botella de agua llena de gasolina. Volvió a preguntar por la salsa, y al recibir nuevamente la misma respuesta, roció la barra con el combustible y le prendió fuego con un mechero, antes de abandonar el lugar.

Afortunadamente, los camareros reaccionaron de inmediato. Uno utilizó un extintor para controlar las llamas, mientras otro salió a la calle para perseguir al agresor. Otros clientes y vecinos se unieron a la persecución, y finalmente la Guardia Civil lo detuvo cerca de un hotel donde se había refugiado. Fuentes de la investigación indicaron que el hombre, originario de Priego de Córdoba, se encontraba en Los Palacios de paso por motivos de trabajo.

El detenido pasó dos noches en los calabozos antes de comparecer ante la jueza de Utrera, quien decidió mantenerlo en prisión preventiva. La magistrada argumentó que, además de la alarma social generada, existía riesgo de fuga y de reiteración delictiva, dadas la gravedad de los hechos y las posibles penas.

Caballero insistió en la gravedad de la situación: "Fue un susto, pero podría haber terminado muy mal. En la terraza había clientes, incluidos niños, y dentro del local había seis camareros. Algunos clientes sufrieron ataques de ansiedad". El propietario calificó el acto de locura, asegurando que, aunque las discusiones con empleados pueden suceder, nadie espera que alguien reaccione de forma tan extrema.

A pesar del susto, la cafetería abrió al día siguiente para atender los desayunos. Los clientes habituales se volcaron en una muestra de solidaridad, lo que permitió al personal intentar recuperar la normalidad tras limpiar y reparar los desperfectos hasta altas horas de la madrugada.

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