En Cuba ya se ha vuelto costumbre el cinismo de los dirigentes, pero lo que circula ahora sobre los “orientaciones” a los cuadros supera cualquier ironía. Resulta que desde arriba se les ha indicado que no pueden poner por delante la crisis electroenergética a la hora de hablar con el pueblo.

Es decir: el apagón interminable lo sufre el cubano de a pie, el hospital, la escuela, el anciano y la familia que no puede cocinar; pero los funcionarios tienen prohibido mencionarlo como causa de la debacle.

“Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago” parece ser la máxima que guía a un sistema que lleva décadas hundiendo al país.

Lo más indignante es que los mismos que censuran a sus cuadros son los que en la prensa oficial reconocen, de manera edulcorada, la gravedad de las averías y la falta de combustible. Al pueblo lo mandan a resistir con velas, pero ellos se aseguran plantas eléctricas, gasolina y hoteles con aire acondicionado. La incoherencia es total.

No es un caso aislado. En el sector de la salud, por ejemplo, se orienta “dar confianza y mostrar optimismo”, aunque falten medicamentos básicos y hospitales enteros se derrumben.

En la agricultura, se repite el discurso de “incrementar la producción”, pero se prohíbe hablar de la escasez de insumos y de la burocracia que impide a los campesinos trabajar con libertad.

En la educación, se pide “garantizar la calidad del proceso docente” aunque los maestros abandonan las aulas por miseria salarial y miles de estudiantes terminan hacinados en aulas sin condiciones mínimas.

La línea es clara: no reconocer nunca el fracaso del modelo. Mientras tanto, millones de cubanos sobreviven sin corriente, sin transporte, sin alimentos y sin esperanza, mientras escuchan a un poder que exige disciplina ciega.

La realidad es que, aunque prohíban hablar del apagón, el pueblo lo padece cada noche. Aunque traten de tapar el sol con un dedo, la oscuridad de la ineptitud no se puede ocultar.

Fuente: La Kinkaya Tv

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