La crisis sanitaria dentro del sistema penitenciario cubano vuelve a estremecer con fuerza. Familiares de varios reclusos denunciaron que en el Campamento A-500, anexo a la Prisión Provincial de Guantánamo, más de una decena de presos se encuentran enfermos con Oropouche, Chikungunya y Dengue, sin recibir atención médica adecuada ni acceso a medicamentos.

Según los testimonios reportados por La Tijera, los internos presentan fiebre alta, dolores intensos y erupciones cutáneas, síntomas compatibles con estas enfermedades virales transmitidas por mosquitos. Sin embargo, las autoridades penitenciarias han negado la entrada de familiares y la entrega de medicinas, lo que agrava una situación que ya se considera crítica.

“Hay presos que llevan días con fiebre sin que nadie los vea. No hay médicos, no hay suero, no hay nada. Los tienen tirados en las celdas como si fueran animales”, relató la esposa de uno de los reclusos afectados, bajo condición de anonimato por temor a represalias.

El brote ocurre en medio de un colapso total del sistema sanitario en las prisiones cubanas, donde la falta de higiene, el hacinamiento y la escasez de recursos médicos han sido denunciados repetidamente por organizaciones de derechos humanos.

Las cárceles, convertidas en verdaderos focos de enfermedades infecciosas, reflejan el abandono estatal hacia miles de presos, muchos de ellos encarcelados por motivos políticos o por expresar libremente sus ideas.

Los familiares exigen respuestas urgentes y reclaman que se permita el acceso a medicinas y atención médica inmediata. “No estamos pidiendo privilegios, solo humanidad”, insistió un padre cuyo hijo cumple condena en esa prisión.

Hasta el momento, las autoridades del Ministerio del Interior no han emitido declaración alguna sobre la situación en Guantánamo, mientras el miedo crece entre los familiares ante la posibilidad de nuevas muertes por falta de atención.

La denuncia pone en evidencia una vez más la grave crisis humanitaria que atraviesa el sistema penitenciario cubano, donde la enfermedad y el abandono se han convertido en una condena paralela a la prisión.

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