El Centro Fidel Castro Ruz ha vuelto a ser centro de controversia esta semana con la presentación de un Mercedes Benz 500, que, según se afirma, fue usado por el propio Comandante durante más de 20 años. El anuncio de la llegada de este automóvil de lujo, que se hizo oficial el 15 de mayo, fue recibido con celebraciones en redes sociales y por medios como Cubadebate, los cuales acompañaron el evento de videos donde se mezcla propaganda con nostalgia. Uno de los fragmentos más populares pertenece al documental Comandante de Oliver Stone, en el que Fidel Castro aparece recorriendo La Habana a bordo de este automóvil, que se ha convertido en un símbolo de contradicciones.

Este Mercedes Benz no es un vehículo común. Es un modelo de la famosa marca alemana, reconocido por su comodidad, potencia y exclusividad. Y aquí es donde surge la controversia: en un país donde la mayoría de los ciudadanos depende del transporte público, la bicicleta o incluso el transporte a caballo, ¿cómo se explica que el "líder de los humildes" se moviera en un vehículo de lujo?

Este no es un hecho aislado. La polémica ya había estallado años atrás, cuando Sandro Castro, nieto de Fidel, mostró en redes sociales su colección de autos de lujo. En uno de los momentos más virales, fue visto al volante de otro Mercedes, haciendo un comentario: "Nosotros somos sencillos, pero de vez en cuando hay que sacar estos jugueticos que tenemos en casa". Esta frase causó indignación, ya que contrastaba directamente con la dura realidad que enfrentan muchos cubanos, quienes luchan contra apagones, inflación y una escasez constante de bienes esenciales.

Lo que el régimen considera una "pieza histórica" digna de museo, muchos cubanos lo ven como una muestra descarada de la desconexión entre la narrativa oficial de sacrificio y la vida lujosa de la élite dirigente. Este automóvil no es solo un vehículo con motor; es un peso simbólico que pesa en la percepción pública. Mientras los cubanos de a pie luchan por sobrevivir en medio de dificultades cotidianas, la vitrina del Centro Fidel Castro exhibe con orgullo un lujo que siempre se dijo que no existía en el país socialista.

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