Los estudiantes de la Escuela Elemental de Arte Ñola Sahíg Saínz, "el único centro de formación artística en Ciego de Ávila", tienen que lidiar a diario con las carencias de instrumentos y otros problemas estructurales en ese centro.

Aunque en el centro se han invertido más de tres millones de pesos, "las filtraciones en el área de los baños, el déficit de accesorios sanitarios e hidráulicos y la poca iluminación en las aulas y áreas exteriores, son tareas inconclusas que han impedido cerrar ciclos", informó este sábado el periódico oficialista Invasor.

Tampoco se ha construido "un segundo piso en los cubículos de piano para garantizar más locales. Sobre este punto no hay consenso y mucho menos recursos a la mano, por lo que Leticia Ortiz Jiménez, jefa de la Cátedra de Piano, deja suspendida en el aire su interrogante: 'La enseñanza de los instrumentos es individual, ¿cómo ajustamos las clases de alrededor de 170 muchachos?'"

Entre los problemas están que "el grueso de la bibliografía disponible para el aprendizaje de la música es digital y depende de la impresión individual de las familias, mientras que el déficit de instrumentos ha obligado a muchos alumnos a comprar el suyo".

Además hay "altibajos con la disponibilidad de accesorios como las cuerdas, las llaves, las boquillas y los parches; incluso impartir la asignatura Técnica de Folclor Yoruba ha sido complejo, porque el estado de los instrumentos de percusión dificulta reconocer los toques y aprender a bailar con ellos, señaló Invasor.

En la escuela no se forman más muchachos en las especialidades de cuerda frotada (violín, viola, violonchelo, contrabajo) y pulsada (guitarra) porque "no existen suficientes profesores ni conjuntos o formatos en la provincia donde puedan emplearse los recién graduados, y viceversa".

Tampoco la danza ha logrado retener a los bailarines recién egresados o ser una opción tentadora de empleo, pues la única compañía subvencionada existente aquí es el Conjunto Folclórico Osokpuán Irabbo, el cual no ha visto la luz en los últimos años. La ausencia de escenarios y teatros para espectáculos asiduos solo echa más leña al fuego del descontento, agregó Invasor.

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