La desesperación por sobrevivir en la Cuba actual ha llegado a niveles alarmantes. Ni siquiera las vías férreas del país están a salvo de la ola de robos que azota a una población sumida en la escasez y el abandono estatal. Un reciente caso ocurrido en el municipio de Jovellanos, en la provincia de Matanzas, lo confirma con crudeza: un grupo de individuos fue sorprendido tras sustraer el acero de 76 traviesas de ferrocarril, estructuras esenciales para la circulación segura de los trenes.

El hecho, reportado por una fuente oficialista cercana a la policía del régimen, tuvo lugar en la línea del tren que une el poblado de Fernández con el ramal de La Isabel, en el municipio de Jovellanos. Cada una de las traviesas robadas medía 2.30 metros y contenía piezas de acero utilizadas para reforzar la estructura ferroviaria. Su destino no era otro que el mercado informal de metales, donde los ladrones esperaban obtener alguna ganancia rápida, aunque fuera mínima, a cambio de poner en riesgo toda una infraestructura estatal.

La acción de las autoridades fue descrita como rápida. Tras seguir pistas, lograron ubicar parte del material robado en la vivienda de un supuesto comprador. En su casa se encontraron al menos nueve cabillas de acero, presuntamente extraídas de las traviesas sustraídas. Con estas pruebas, varios implicados fueron arrestados y permanecen bajo custodia mientras enfrentan cargos por robo y daños a la propiedad estatal.

Este suceso no es aislado, sino que forma parte de una tendencia creciente en la isla, donde el desmantelamiento de bienes públicos para su venta se ha convertido en una práctica desesperada. El robo de cables eléctricos, tapas de alcantarilla, piezas de transformadores e incluso monumentos metálicos ha sido documentado en distintas provincias. Ahora, las vías del tren también se convierten en objetivo de esta economía de subsistencia.

Más allá del daño económico, este tipo de robos representa un grave peligro para la seguridad del transporte ferroviario. El retiro de traviesas debilita la estructura de las líneas, aumenta el riesgo de descarrilamientos y afecta tanto al transporte de carga como al de pasajeros. Aunque el ferrocarril cubano ya sufre deterioro por falta de mantenimiento y recursos, estas acciones agravan aún más la crisis del sector.

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