La televisión cubana volvió a dejar ver a una de las figuras que, poco a poco, gana más protagonismo dentro del círculo íntimo del poder: Yadira Ramírez Morera, esposa del primer ministro Manuel Marrero Cruz.

Lo que antes era impensable en la política cubana —mostrar a las parejas de los dirigentes— hoy se ha convertido en tendencia, como si de un reality show se tratara.

En el más reciente evento del turismo en La Habana, las cámaras captaron a Ramírez sentada en segunda fila, seria y atenta, como si cada gesto suyo estuviera calculado. Pero su presencia no es casualidad: Ramírez es directora de comunicación del Ministerio de Turismo y no pierde la oportunidad de reforzar su imagen como parte activa del engranaje de poder.

El detalle es que mientras en la Isla la gente batalla con apagones, colas interminables y escasez de alimentos, la familia Marrero se muestra en escenarios muy distintos: viajes internacionales, hoteles de lujo y actividades protocolares al mejor estilo de las “primeras damas” del extranjero.

Basta recordar su estancia en el Hilton de Brazzaville, un cinco estrellas con piscina y restaurante panorámico, mientras en Cuba faltan medicamentos básicos.

La estrategia de visibilizar a las esposas de los jerarcas comenzó con Lis Cuesta, mujer de Díaz-Canel, y ahora parece extenderse a Yadira Ramírez. Es un cambio de guion dentro del régimen: mostrar rostros “familiares” para intentar suavizar la imagen de la cúpula. Pero lo único que logran es evidenciar la enorme brecha entre la élite y el pueblo.

No es solo Yadira. Los sobrinos e hijos de Marrero han dado de qué hablar en redes por sus lujos: viajes, yates, jets privados y hasta vida en Estados Unidos bajo programas de asilo y parole. Un contraste doloroso para millones de cubanos que apenas sobreviven con salarios que no alcanzan ni para un litro de aceite.

Cada aparición pública de Ramírez es interpretada como una vitrina del privilegio en el que vive la cúpula gobernante, una burbuja ajena a la crisis real del país. Si antes las esposas de los dirigentes eran invisibles, hoy se pasean en cámaras y titulares, pero lejos de acercar al pueblo, lo que hacen es recordarle a todos la pregunta que más se repite en redes: ¿en qué Cuba viven ellos y qué Cuba nos toca vivir a nosotros?

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