El “Síntoma Baracoa”, la ciudad que votó por el No al Código de Familias

Ernesto Morales ~ jueves 29 de septiembre de 2022

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Baracoa votó aplastante, abrumadoramente contra el Código de Familias. Si damos por buenos los datos del Consejo Electoral Nacional de Cuba, la primera villa fundada en Cuba por Diego Velázquez, una localidad de poco más de 80 mil almas, a mitad de camino entre el paraíso virgen natural y la pobreza más despiadada, habría destinado el 65% de sus votos al NO, por un 35% apenas para el sí. 

Se trata del caso más notorio pero no el único de pequeñas municipalidades cubanas donde la feroz campaña propagandística del gobierno de Miguel Díaz-Canel a favor del Código se habría encontrado un muro de desdén e inefectividad. A medida que se analizan los datos que recién salen a la luz, afloran ejemplos similares al de Baracoa, aunque sin su contundencia.

Harían bien los burócratas asesores del grisáceo gobernante en prestar atención al Síntoma Baracoa. El rechazo abierto por parte de una mayoría municipal contra una iniciativa propuesta, respaldada, impulsada y custodiada con esmero por el aparato estatal cubano es de una novedad tal que hoy mismo algunos adalides del castrismo en las redes sociales intentaban encontrar causas en medio del asombro.

Baracoa es un síntoma nacional de olvido y dolor. Fue la primera capital que tuvo el país, en 1511, y aunque hoy no es la capital administrativa de Guantánamo sí es su capital simbólica, su alma. La ciudad más conocida de la provincia más empobrecida del país. 

Cuando en 2016 el Huracán Matthews atravesó este poblado con su fuerza avasalladora de categoría 4 en la Escala Saffir-Simpson, lo más terrible durante el recuento posterior no era comprobar lo que había destruido el huracán sino lo que ya estaba arruinado antes de que ningún fenómeno le castigara.

Pero no solo la miseria ha germinado como un cáncer en una ciudad que mira al mar de igual a igual. También una especie de desinterés estatal que se ensaña año tras año con los habitantes de la región más lejana a La Habana de todo el país. A Guantánamo nada llega. Por Baracoa solo las tormentas y huracanes muestran algún interés de visita. No existen. No figuran. No importan.

Una de las explicaciones extraoficiales que han echado a rodar los soldaditos diligentes del cibermundo cubano para este rechazo indisimulable de los baracoenses al Código de Familias, es la significativa presencia de varios grupos evangélicos que contrarrestaron la campaña oficial. Esta es una verdad incompleta. Porque si bien es cierto que las iglesias adventistas, pentecostales y de Testigos de Jehová, junto a la iglesia católica, tienen una fuerte presencia en Baracoa, también este hecho debe ser analizado desde la perspectiva fundamental: la pobreza. 

Los baracoenses no son más conservadores y religiosos que el resto de los cubanos. No hay una predisposición especial en esta municipalidad hacia las creencias divinas. Lo que hay es una miseria que a veces solo deja opción de encomendarse a Dios, a cualquier dios, y rezar porque la fe solucione lo que el Estado no puede o no quiere o no se toma siquiera el tiempo de recepcionar. 

Lo que sí tienen al parecer los baracoenses en grado superior al resto de los cubanos es hartazgo. Su voto ha sido un voto de castigo inmisericorde. Y si me apuran, no ha sido un voto de negación contra las políticas sociales y los enfoques que proponía ese Código que desde este domingo ha quedado refrendado en el país. 

Díaz-Canel no puede decir que no estaba avisado: su propio discurso en las afueras del colegio electoral donde depositó su boleta reconoció la posibilidad de que muchos cubanos dijeran NO a su gestión antes que al propio Código. 

Lo que han hecho los baracoenses, orgullosos hijos de una ciudad pequeñita, maltratada, y al mismo tiempo de una belleza que no han terminado de arruinar ni los siglos ni la desidia, es recordarles a los gobernantes de la Cuba actual que se han quedado sin respaldo ni margen de error. 

Aprobaron un Código de Familias con poco más de 3 millones 900 mil votos. Los que dijeron no sumaron casi dos millones. Los que se abstuvieron de votar fueron 2 millones 100 mil cubanos. Entre abstenciones y negativas, alrededor del 49% de la población en capacidad de votar no apoyó el Código, contra un 46% que sí le dio su respaldo.

Si eso fue lo mejor que lograron sacar en el país, y sin un 35% fue lo mejor que le pudieron arrancar a Baracoa, luego de un bombardeo propagandístico inagotable por medios tradicionales y digitales, entrando lo mismo en persona en las casas de los cubanos que mediante mensajes de texto a sus teléfonos, el Síntoma Baracoa debería tener sin dormir a los que desde el poder se dicen victoriosos.


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