En medio de una crisis alimentaria cada vez más severa, seis hombres fueron arrestados por la policía cubana en la zona de Peñalver, en Guanabacoa, La Habana, acusados de integrar una banda dedicada al hurto y sacrificio ilegal de ganado mayor. La información fue difundida por el medio oficialista El Cubano Fiel, cercano a las autoridades policiales.

Según la nota, los sujetos ya habían escapado de operativos anteriores, pero finalmente fueron sorprendidos la noche del jueves 12 de junio mientras transportaban carne de res en un vehículo detenido en el reparto Bahía, en el municipio Habana del Este. Gracias a denuncias hechas por vecinos y al trabajo conjunto entre las autoridades y campesinos de la zona, se logró capturar al grupo en flagrante delito.

Durante la investigación, los agentes no solo incautaron la carne, sino que localizaron los restos de los animales sacrificados y descubrieron a los encargados de distribuir la carne en el mercado clandestino. La policía considera este hecho como parte de una red mayor que responde a la creciente demanda de carne en la capital cubana.

La detención ocurre en un contexto alarmante para la mayoría de las familias cubanas, marcadas por la escasez crónica de alimentos, la inflación descontrolada y el colapso del sistema de abastecimiento estatal. En muchos hogares, acceder a una proteína como la carne de res es prácticamente imposible, dado que su comercialización está estrictamente regulada por el Estado y reservada, en teoría, para enfermos bajo dieta médica, turistas en hoteles o el mercado en divisas.

En este escenario, el mercado informal —aunque ilegal— se ha convertido en una vía “de supervivencia” para muchas personas. La carne de res, codiciada por su valor nutricional, se comercializa a altos precios en la clandestinidad, lo que convierte al ganado en blanco de grupos que, como los detenidos en Guanabacoa, arriesgan años de prisión por matar una vaca.

El sacrificio ilegal de reses está tipificado como un delito grave en Cuba y puede conllevar penas de hasta 20 años de prisión, especialmente cuando se demuestra intención de lucro. Aun así, el número de casos no cesa de crecer. La desesperación por comer carne y la incapacidad del Estado para garantizar un mínimo abastecimiento han creado el ambiente perfecto para que florezca este tipo de actividad delictiva.

Mientras tanto, en barrios y pueblos de todo el país, el cubano promedio continúa haciendo colas interminables por trozos de pollo importado, huevos escasos o embutidos de mala calidad. Para muchos, los reportes de sacrificio ilegal de ganado no son simplemente notas policiales, sino síntomas de un país donde el hambre convierte el delito en opción y al buey en presa.

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