Díaz-Canel recurre al uniforme militar como símbolo de control
Redacción de CubitaNOW ~ sábado 24 de mayo de 2025

Miguel Díaz-Canel apareció este sábado vestido con uniforme militar, un día después de las masivas protestas que sacudieron ciudades como Bayamo, Cienfuegos y Ciego de Ávila. La imagen del mandatario con traje verde olivo, difundida por las redes oficiales del régimen en el contexto del ejercicio Meteoro 2025, no fue casual: se trata de un gesto calculado, repetido ya en otros momentos de tensión, que busca proyectar una imagen de autoridad y control frente al creciente descontento popular.
Aunque Díaz-Canel no ostenta ningún rango castrense, la vestimenta pretende enviar un mensaje intimidatorio, justo cuando el país atraviesa una de las peores crisis sociales en años.
El Meteoro, tradicionalmente enfocado en la preparación ante desastres naturales, fue utilizado esta vez como escenografía para reforzar el simbolismo militar. En las fotos, Díaz-Canel aparece en un centro de comunicaciones móvil y junto a altos cargos del MINFAR, lo que refuerza la narrativa de un régimen atrincherado y dispuesto a usar la fuerza ante cualquier intento de disidencia. Esta estrategia, sin embargo, no logra ocultar la realidad: una población extenuada por apagones, escasez de alimentos y represión sistemática, que ha comenzado a perder el miedo.
"La noche del 24 de mayo, miles de cubanos salieron a las calles en diferentes puntos del país coreando '¡Queremos comida!' y '¡Abajo la dictadura!'. Estas protestas, espontáneas y mayoritariamente pacíficas, reflejan el agotamiento de un pueblo que ya no encuentra respuestas en las justificaciones del régimen.
Las autoridades, por su parte, volvieron a recurrir a los cortes de internet y a la movilización de tropas especiales para intentar silenciar la protesta."
Díaz-Canel reaccionó como en ocasiones anteriores: deslegitimando las manifestaciones y acusando a los jóvenes de “antisociales” y manipulados por el “imperialismo”. Este lenguaje, heredado de décadas de propaganda oficialista, evidencia una desconexión profunda entre el poder y la ciudadanía. Los reclamos ya no son solo económicos, sino políticos. La población exige cambios reales, y la respuesta oficial ha sido cerrar filas, reforzar el discurso de amenaza y apelar al viejo libreto de la soberanía asediada.
Vestirse de militar no basta para contener la frustración de millones. La imagen de Díaz-Canel uniformado puede intimidar a algunos, pero también delata su debilidad: necesita camuflarse de fuerza ante una realidad que se le escapa.
Mientras tanto, las calles siguen hablando, y el grito de los cubanos retumba más allá de las fronteras digitales que intenta imponer el régimen. La situación sigue siendo tensa en las ciudades donde estallaron las protestas. La represión no ha cesado, y la desesperación sigue creciendo. El país se enfrenta a un punto de inflexión: entre el autoritarismo disfrazado de disciplina militar y una ciudadanía cada vez más decidida a romper el silencio.