El Mundial Sub-20 de Fútbol de la FIFA comienza este domingo en Chile con un partido cargado de simbolismo para el deporte cubano: el debut de Cuba frente a Argentina, nada menos que la selección más laureada en la historia de la categoría con seis títulos mundiales.

Para el fútbol de la Isla, esta participación es ya un hecho histórico. No es común ver a Cuba en un torneo de esta magnitud, donde se concentran los mejores talentos juveniles del planeta. El reto inicial no puede ser mayor: un cara a cara con la albiceleste, potencia sudamericana que llega con la obligación de marcar territorio desde la primera jornada.

El conjunto argentino no estará completo. Entre las ausencias destaca Franco Mastantuono, la nueva joya del Real Madride, así como otros jóvenes de proyección internacional. Sin embargo, el plantel mantiene figuras interesantes: Gianluca Prestianni (Benfica), Alejo Sarco (Bayer Leverkusen) o Tomás Pérez (Porto), además de promesas del fútbol local como Ian Subiabre y Milton Delgado. Es un equipo competitivo que, incluso con bajas, conserva jerarquía.

Cuba, por su parte, llega sin estrellas reconocidas, pero con la ilusión intacta y la voluntad de aprovechar cada minuto de experiencia en un torneo que marcará un antes y un después. Su presencia en el Grupo D, junto con Australia e Italia, garantiza un desafío de máximo nivel que exigirá concentración y resistencia para evitar una goleada.

El Mundial reúne a 24 selecciones repartidas en seis grupos. Los dos primeros de cada llave y los cuatro mejores terceros avanzarán a octavos de final. Entre los favoritos figuran Brasil, campeón sudamericano juvenil, y potencias europeas como Francia y España, junto a equipos africanos como Nigeria, que suelen brillar en esta categoría por su físico y velocidad.

El choque Cuba-Argentina es más que un debut. Es el contraste entre una tradición consolidada y una ilusión en construcción. Para los cubanos, será la oportunidad de mostrar carácter y crecer frente al más exigente de los rivales. Para los argentinos, la obligación de confirmar por qué siguen siendo un nombre grande en el fútbol juvenil.

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