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De la gloria al olvido: bicampeón olímpico del boxeo cubano abandonado a su suerte

Redacción de CubitaNOW ~ martes 1 de julio de 2025

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¿Quién no recuerda aquel púgil cubano que hacía de su mano zurda un arma mortífera para vencer en el ring a los más difíciles rivales? Aquel paso gallardo por cuadriláteros olímpicos y mundiales. En efecto, Ariel Hernández Azcuy es sin duda uno de los nombres más emblemáticos del boxeo cubano.

Con dos medallas de oro olímpicas, obtenidas en Barcelona 1992 y Atlanta 1996, y múltiples títulos mundiales juveniles y de mayores, su carrera es un ejemplo de sacrificio, talento y gloria.

Sin embargo, su historia después del retiro revela una realidad mucho menos conocida: la soledad y el abandono que sufren muchos deportistas cubanos cuando dejan de brillar en el ring o en la pista.

Durante años, Ariel fue aclamado y celebrado como uno de los mejores en la categoría de peso medio, una estrella indiscutible que llevó el nombre de Cuba a lo más alto en el boxeo internacional.

Lamentablemente hoy, con solo 53 años, su imagen es la de un hombre cansado, que trabaja como custodio en una pequeña empresa en La Lisa, lejos de los reflectores y los aplausos.

«Cuando estaba en la cima me lo daban todo. ¡Ahora qué?», lamenta con una mezcla de amargura y tristeza. Su voz transmite el dolor de quien se siente olvidado, “como si te usaran y luego te dejaran tirado”, refleja en una entrevista para el medio Swing Completo.

El contraste entre la fama y la indiferencia parece cruel, pero no es único. Ariel es parte de un fenómeno que afecta a muchos deportistas cubanos que, tras darlo todo por la nación, quedan relegados a una existencia marcada por pensiones miserables y escasa atención oficial.

El boxeo, deporte que exige un sacrificio enorme y años de dedicación absoluta, deja a sus ídolos en una situación de vulnerabilidad cuando termina la carrera. “El dinero no alcanza. Todo es muy caro. Tenemos que reunirnos con alguien del Gobierno para solucionarlo”, denuncia Hernández, quien revela que las promesas y visitas oficiales nunca se traducen en cambios reales.

En su relato, Ariel no esconde los momentos oscuros que enfrentó tras colgar los guantes. Confiesa que cayó en el consumo de alcohol y en un círculo de fiestas, atrapado en la sensación de soledad que deja el retiro. Gracias a la familia y los amigos logró salir adelante, pero la herida del abandono sigue abierta. La muerte de su entrenador y mentor Julio Mena en 2018 fue otro golpe duro que lo sumió aún más en la incertidumbre emocional y económica.

Este bicampeón olímpico, que podría haber sido incluso tricampeón si hubiera contado con el apoyo y el contexto adecuados, hoy sobrevive con una pensión modesta y un trabajo que nada tiene que ver con su legado deportivo.

Sin embargo, mantiene la dignidad y la fe, aferrado a sus raíces y al recuerdo de sus días de gloria. Su historia es un espejo de un sistema que premia la gloria momentánea, pero olvida el valor humano cuando el deportista ya no está en la cima.

“Ariel Hernández es un héroe que merece más que una simple pensión y reconocimiento tardío. Su vida, marcada por la gloria y el abandono, nos invita a reflexionar sobre el deber que tienen las instituciones y la sociedad cubana con aquellos que dieron lo mejor por el deporte y por el país”, concluye este triste pero necesario relato.



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