La Serie Nacional de Béisbol parece estar atravesando uno de sus momentos más desafortunados, no solo en el plano deportivo sino también en el organizativo y estructural. A los repetidos incidentes de pérdida de partidos en los terrenos por causas administrativas —como las cinco ocasiones en que el conjunto de Santiago de Cuba, bajo la dirección de Eddy Cajigal, ha caído por la utilización indebida de jugadores— se suma ahora un hecho insólito y lamentable: el pelotero de los Cachorros de Holguín, Lázaro Cedeño, perdió parte de sus pertenencias durante el regreso del equipo desde La Habana hacia su provincia.
Según trascendió, uno de los maleteros del ómnibus se abrió en plena autopista, y en el extravío se fueron artículos deportivos esenciales: bates, guantes, spikes y parte de su ropa personal. Por fortuna, el uniforme no formaba parte del equipaje perdido; de lo contrario, Cedeño hubiera quedado fuera de la subserie ante Matanzas.
El suceso, aunque aparentemente anecdótico, pone de relieve un patrón de desorganización que trasciende los diamantes. En redes sociales, seguidores del equipo holguinero han lanzado iniciativas para recuperar los objetos extraviados, ofreciendo recompensas a quienes los encuentren en algún tramo de la autopista nacional entre Jagüey Grande, Unión de Reyes y Cabezas, en la provincia de Matanzas.
Mientras los jugadores lidian con la precariedad y los equipos sufren sanciones por errores burocráticos, la Serie Nacional continúa perdiendo —no solo partidos— sino también credibilidad, rigor y respeto institucional.
Cada “pérdida”, ya sea de un juego por alineaciones indebidas o de las pertenencias de un atleta en un ómnibus sin la seguridad debida, refleja una estructura que hace aguas por todos lados. Y es que el béisbol cubano, otrora símbolo de organización y orgullo nacional, hoy se debate entre la improvisación, la falta de recursos y el descuido logístico.
En un campeonato donde ya no solo se pierden pelotas o marcadores, sino también los instrumentos con los que se juega, el verdadero marcador de fondo parece ser uno solo: la pérdida de seriedad en el principal espectáculo deportivo del país.
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