Nicolás Maduro volvió a sorprender al mundo con una decisión que pone en jaque las relaciones con uno de sus aliados históricos: Cuba. Según una investigación del New York Times, el mandatario venezolano redujo drásticamente el envío de petróleo a la Isla, una medida que agudizó la crisis energética cubana, todo para intentar suavizar las tensiones con Estados Unidos y evitar un enfrentamiento directo con Donald Trump.
Detrás de esta maniobra se esconde un cálculo político arriesgado: Maduro estaba dispuesto a sacrificar sus vínculos con países aliados clave como China, Rusia e Irán, con tal de ganar la confianza de la administración estadounidense.
Incluso ofreció a Washington una participación mayoritaria en los proyectos petroleros, gasíferos y mineros de Venezuela, y propuso redirigir parte de sus exportaciones de crudo desde China hacia territorio estadounidense.
El control de proyectos conjuntos con la estatal PDVSA fue otorgado a Chevron, mientras que se mantenían negociaciones con ConocoPhillips y Shell para reactivar operaciones en el país. Todo esto evidencia que Maduro buscaba desesperadamente evitar un conflicto con Estados Unidos, mientras lidiaba con acusaciones de narcotráfico y la posibilidad de ser depuesto por intervención militar.
Y es que el temor del chavista no es infundado. Washington ha intensificado su presencia militar en el Caribe, desplegando ocho buques de guerra, un submarino de ataque, varios aviones de vigilancia P-8, diez cazas F-35 y unos 4.500 efectivos. Además, ha solicitado permiso a Granada para instalar radares y personal técnico en su aeropuerto internacional, lo que fortalece el control estadounidense sobre la región.
El Departamento de Control de Drogas de EE. UU. ofrece incluso una recompensa de 50 millones de dólares por información que lleve a la captura de Maduro, señalado como cabecilla del cartel de los Soles y vinculado al Tren de Aragua.
La reducción de petróleo a Cuba y los acercamientos secretos con EE. UU. muestran a un Maduro dispuesto a sacrificar aliados históricos para salvar su mandato, mientras la Isla paga el precio con apagones y escasez energética.
Esta estrategia revela una realidad inquietante: en la geopolítica, incluso los aliados más cercanos pueden convertirse en peones cuando un líder busca sobrevivir al borde del abismo.
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